Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener |
Quizás,
para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes,
sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado
sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en
su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal
comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad,
este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en
África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue
sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó
intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del
agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas
sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto, aquí se le negaba el reconocimiento que él
nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio de Sociología de Navarra le otorgó el
Premio Sociedad y Valores Humanos. Pero tuvo que esperar
a que en 2016 el gobierno de Barkos le concediera la Cruz de Carlos III. Un
galardón, a mi parecer menor, que llegaba tarde y no reconocía la ingente obra
de este francotirador, referencia de toda una generación de ecologistas y
activistas medioambientales.
Mario
fue nuestro Robert Castel; un tipo
incómodo, socarrón, vehemente en ocasiones; pero sobre todo un provocador. En
2010 propuso que Benidorm, donde colaboró en su planeamiento, fuera declarada
Patrimonio de la Humanidad. Ahí queda eso. Mario era así. Contradictorio a
veces y exagerado. Pero nunca dio una causa por perdida. Un tipo intuitivo y de
mente lúcida que compaginó el activismo y la investigación. Escribió más de 400
artículos. En la UPNA, centenares de trabajadoras sociales pudimos ser testigos
de la solemnidad con que nombraba los cortocircuitos de esta sociedad. Y en
muchas cosas, acertó.
Artículo publicado en Noticias de Navarra
Comentarios
Publicar un comentario