Hace tiempo que el mundo ha entrado en bancarrota. Mientras tanto, el tipo que hizo este perro mundo se cree un dios. Yo en su lugar me hubiera avergonzado. Pero él insiste en reclamar la exclusiva de este invento que hace aguas por los cuatro costados. Comienza abril y los magnolios de la ciudad ya brillan retando a los restos de un invierno infinito. El otro día fui al mercado de Santo Domingo. Algunos puestos ya lucían exquisitas verduras de temporada. Y es que, mientras la tierra siga ofreciendo ciertos frutos, el Apocalipsis aún puede esperar. Es abril y en el pecho de muchas adolescentes se está fraguando una gran revolución: una burbuja incontrolada de adrenalina recorre la línea del diafragma. Una vez allí, el aire comprimido explota y se produce una gran deflagración. Es el amor. Y eso es un acto inmortal. Mientras tanto, en Siria, en Gaza o en muchos lugares sin nombre, la muerte campa a sus anchas. Y tu te sientes un miserable al comenzar una nueva jornada de lucha por la nada. Y puede que hasta te sientas culpable. No es verdad. Cada vez que te despiertas, tu conciencia acelera la rotación del universo. Así que, no permitas que mientras el mundo revienta por culpa de un ultraderechista descerebrado la vida se te escape entre lamentos e impotencias. En el aire hay ya demasiada angustia acumulada. No digo que renuncies a todo. Ni siquiera que te refugies en el escudo de Arquiloco. Aprovecha esta explosión de luz que llega para inhumar todas las modalidades del mal que te retan a diario. Porque cada día ciertas señales delatan nuestra actitud ante la vida. Por ejemplo, si al levantarte cada mañana te sientes más viejo y pesimista, tu mismo estás contribuyendo a la destrucción del universo. Por el contrario, si observas que tu mirada se muestra más brillante y tu alma más limpia hasta sentirte casi inocente; escucha. Porque todavía te esperan múltiples barricadas. Es abril.
Artículo publicado el lunes 2 de abril de 2018 en noticiasdenavarra.coml
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