La primera, y memorable, fue en una película, donde, rodeado de luces como un dios, disparaba a un fantástico pero irrefutable doble suyo con un libro-pistola. La película, El perro andaluz, trascendió más que él. La segunda, olvidada por la mayoría, fue en un baño del hotel Trianon de París, donde se cercenó la garganta con una previsible cuchilla un día antes del fin de la contienda. "Como un holocausto ofrecido a Moloch", comentó Dali, a quien la imaginación nunca le faltó.
De "Doscientas sesenta y siete vidas en dos o tres gestos" de Eugenio Baroncelli. Ed Periférica
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