Fotografia: Fernando Capdepón |
El jueves la ciudadanía catalana vuelve a las
urnas. Ya sé que les cansa. Eso también dicen los vecinos de al lado en el último
sociómetro elaborado en Euskadi. Preguntados sobre qué sentimientos les produce
el procés, mayoritariamente contestan
que incertidumbre y aburrimiento. Porque
no ver resultados decepciona. Y es que si el 1-O se planteó como un referéndum
épico, el 22-D puede amanecer distópico. Todo apunta a un gobierno imposible
polarizado entre unionistas e independentistas. Algo por lo que el PP brindará
con cava. Porque en esa tensión le va la vida. ERC ganará, pero los
Comuns serán decisivos. Y cualquier decisión les pasará factura y fractura.
Pero lo más importante es analizar los escenarios
que se configurarán. Una victoria del independentismo inaugurará el Procés 2.0. Y entraríamos así en la
segunda versión del bucle. De ese bucle, los independentistas creen que se sale
airoso si: Europa se harta del recorte de derechos políticos a la ciudadanía
catalana o, si el impacto económico de esa segunda intentona independentista afecta
a las estrategias de acumulación económica europea. Es decir, muchos
independentistas creen que la solución catalana está en Europa.
Por otro lado, si el unionismo gana el
escenario será aterrador. Porque el PP no negociará jamás. Porque el PP, Cs y
PSC restaurarán un autonomismo de saldo con la guillotina del 155. Y eso se
exportará al resto de España.
Por eso creo que ninguno de estos escenarios
desbloqueará el conflicto. Porque el desenlace de este conflicto político, no
solo está en Cataluña, que también, sino en el resto del Estado. Catalunya no
se irá de España, con garantías, sin el apoyo de las clases populares del resto
de autonomías y nacionalidades. Sin el apoyo de un frente de lucha plurinacional
que fuerce un escenario para articular nuevos
estatus políticos y jurídicos.
La izquierda
aceptó de derrota de la Comuna de París y eso posibilitó la Revolución Rusa. No
digo más.
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