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La vena insumisa



Soñé que yacía en una camilla, desnudo y cubierto por una sábana blanca. Unas correas me fijaban aún más a la sentencia del jurista. La camilla estaba anclada en el centro de un patio a cielo abierto. Era el patio de una cárcel. Abrí los ojos. Tras los barrotes de las ventanas que daban a ese patio, vi algunos presos que  lloraban lágrimas de sangre. Presenciaban mi propia ejecución. De una puerta metálica vi salir a un enfermero que portaba un maletín. Se acercó a mi. En su retina llevaba grabada la imagen de un caballo muerto.  Me preguntó si sabía mi nombre. Le dije que llevaba veinte años delirando por un corredor sin destino. Me preguntó si recordaba el delito por el que me iban a inyectar Tiopental sódico. No, respondí; lo he olvidado. Entonces me examinó como un chacal en medio de la noche. Me cerró los ojos con un masaje que agradecí. Y sentí que cogía mi brazo con fuerza.  Buscaba una vena como se busca el ultimo amor. Pero no halló nada. Solo un rumor que llegaba del infierno. Por aquellas venas insumisas no corría sangre, solo temblores de remordimiento.
            Pasaron varios minutos en los que creí navegar por el río blanco de la muerte. Y sentí que mi alma sesteaba en un lugar bello e incierto. Entonces oí como los presos gritaban mi nombre. Pero el verdugo seguía buscando aquella vena insurrecta con una aguja inflamada de venganza. Noté un mareo prolongado. Pensé que después de tantos años esperando morir, ni siquiera había aprendido a sufrir.
Entonces, el enfermero se retiró llorando y me dijo que toda severidad es inhumana. Ahora estaba solo, en la escena de un crimen premeditado pero de una delicadeza salvaje. Y soñé.

Este hombre se llama Alva Campbel, tiene 69 años. Fue condenado a muerte mediante inyección letal  el pasado miércoles, en Ohio (USA). Los verdugos trataron en vano de encontrar esa vena rebelde que acabara con su vida. No pudieron y Campbell volvió a su celda para seguir muriendo a plazos.

Articulo publicado en Noticias de Navarra el 20N. Hace 42 años murió Franco sin necesidad de inyección letal. Cosas de la historia. 

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