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Turismo por decreto



Cuando unas ciudades se han dado cuenta del  impacto del turismo de masas, la nuestra declarará al Casco Viejo Zona de Gran Influencia Turística. Con dos. Y nadie dice nada. Todo dios contento. Como si hubiera que aceptar hasta los errores equivocados. Como si a falta de la urgente revisión de la deriva de este barrio, este ayuntamiento  quisiera firmar su epitafio. Dicen que lo hacen  obligados por una normativa estatal. Cierto. Pamplona pasa de 600.000 pernoctaciones anuales y ello nos obliga a crear esta figura. Es verdad. También lo es que podíamos objetar, o negarle  a Madrid su norma. O buscarle la vuelta. O decidir de otra manera. Por ejemplo, y solo como ejemplo argumental, podíamos declarar ZGAT a Etxabakoitz, ese  vergonzante yermo urbano donde el impacto sería simbólico. Pero no. Este ayuntamiento elige el Casco Viejo porque así la afección será mínima. Porque los comercios  no van a ampliar su horario, eso  dicen. Esto me suena a equilibrismo argumental  y a cortoplacismo estratégico. No sabemos qué perspectivas hay con algunos edificios  del Casco Viejo pendientes de compra: el histórico Unzu, o Euskalpiel,  en la calle Zapatería. Pero hay más. Ha sido una bandera de ciertos políticos negar la libertad de horarios. Por las consecuencias que trae. Y ahora, para salvar el marrón, echamos mano del Casco Viejo donde todo cabe. Hasta lo imprevisible. Y para no romper el equilibrio del resto de la ciudad, seguimos rompiendo nuestro barrio, donde el espacio se ha convertido en una mercancía más, donde hay procesos de invasión, atomización de actos, segregación y escasez de zonas verdes, defunción del comercio tradicional, terciarización selectiva, muchas viviendas vacías, problemas de aparcamiento, polución y contaminación acústica y una hostelería extractiva dueña del espacio público. Y en medio de este pantanal, declaramos al barrio epicentro turístico. Joder, un poco de cordura.

Artículo publicado el día 12 de junio de 2017 en Noticias de Navarra

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