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"Heminguay" no vendría


Desde hace años dedico una columna a los Sanfermines. Siempre quiero que sea la ultima. Porque es muy ingrato ser un aguafiestas. Y porque en el ADN pamplonés está escrita la inmunidad del santo. Y es que, de esta fiesta colaboracionista y despolitizada solo quedan los restos del despiece y una memoria de saldo. Los Sanfermines son, hoy por hoy, con la colaboración de todos: colectivos, peñas, ayuntamientos de derecha e izquierda, instituciones, grupos de presión, hostelería, medios de comunicación y otros agentes tangibles e intangibles, una fiesta capitalista de primer orden. Y  en ella no hay  presunción de culpa alguna. Así que de una fiesta sin igual hemos pasado a una marca sin igual. Y todos batiendo palmas. Pero el precio es la precarización de miles trabajadores al servicio de la fiesta, la exclusión de muchos ciudadanos de la misma y  el exilio forzoso de miles de ellos. Además de generar un terrorismo inmobiliario y una gentrificación homeopática  del casco viejo sin compasión. Eso sin contar la insostenibilidad ecológica ni la incómoda contradicción que genera la intocable fiesta taurina. Por no hablar del “todo vale” del que hoy renegamos pero del que todos hemos participado en nombre de la exaltación de la amistad, el buenrrollismo y el guayismo sin compasión. Son las cosas que el santo no ve.  Y  es que como alguien ha comentado, pareciera que nadie se atreve a matar a la gallina de los huevos de oro. Porque los Sanfermines son eso, cuestión de huevos y de oro. Porque este modelo festivo sirve a muchos intereses, comerciales e ideológicos. Y porque sin el escenario sanferminero, muchos perderían grados de influencia simbólica. Y otros muchos su cuenta de resultados. Los Sanfermines no requieren otra gestión diferente, sino abordar un modelo diferente de fiesta. Y dudo que queramos hacerlo. Así las cosas uno se pregunta si Hemingway volvería a Casa Marceliano.

Artículo publicado en Noticias de Navarra el día 26 de junio de 2017 



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