Acabo de leer "Incertidumbre", de Paco Inclán, un editor de libros, un investigador de asuntos que no vienen al cuento o inútiles, un friki vaya. Un zurdo enamorado de las cunetas de la ficción, un tipo viajado al que el viajar solo le va si el viaje se hace un hueco en su interior y lo deja con ese amargo sabor de la resaca, un tipo que experimenta con sus propias neuras que son las de todos: el tiempo, el espacio, las palabras, las geográficas dispersas, los sonidos, los personajes de los lugares y los lugares de los personajes, los lenguajes, las literaturas y las metaliteraturas de barra de bar. Uno lee a este tío -con todos mis respetos tocayo- y se da cuenta que, entre la realidad y la ficción ni siquiera hay un relato que lo engarce por una cadena de palabras más o menos ordenadas, no. Solo hay una voluntad por dejarse asignar. Y que lo que llamamos realidad - o lo que sea, vaya usted a saber- nos vaya devorando hasta hacernos parte de un contexto. Y sí, tiene un poco de situacionista cuando aboga por la psicogeografía, un palabro malsonante, quizás hasta cursi y atrevido, pero que ni él se lo inventa ni es nuevo. Y si usted se atreve, hasta llegue a comprender su utilidad. Pero el tal Inclán la clava en una población rural gallega a la que se largó en busca de ese sentir que dice que la geografía habitada nos hace carácter. Léanlo, solo por salir de sus propias certidumbres. Por darse una alegría en medio de tanta mediocridad, salvo si vas a tiro fijo. Es como un viaje a varios viajes que terminan en un lugar insospechado. Y todo para buscar esa intimidad, esa explicación del porqué la vida juega de una manera con unos y con él pasa de largo. Quizás a usted le pase. A mi me pasó leyendoIncertidumbre
Acabo de leer "Incertidumbre", de Paco Inclán, un editor de libros, un investigador de asuntos que no vienen al cuento o inútiles, un friki vaya. Un zurdo enamorado de las cunetas de la ficción, un tipo viajado al que el viajar solo le va si el viaje se hace un hueco en su interior y lo deja con ese amargo sabor de la resaca, un tipo que experimenta con sus propias neuras que son las de todos: el tiempo, el espacio, las palabras, las geográficas dispersas, los sonidos, los personajes de los lugares y los lugares de los personajes, los lenguajes, las literaturas y las metaliteraturas de barra de bar. Uno lee a este tío -con todos mis respetos tocayo- y se da cuenta que, entre la realidad y la ficción ni siquiera hay un relato que lo engarce por una cadena de palabras más o menos ordenadas, no. Solo hay una voluntad por dejarse asignar. Y que lo que llamamos realidad - o lo que sea, vaya usted a saber- nos vaya devorando hasta hacernos parte de un contexto. Y sí, tiene un poco de situacionista cuando aboga por la psicogeografía, un palabro malsonante, quizás hasta cursi y atrevido, pero que ni él se lo inventa ni es nuevo. Y si usted se atreve, hasta llegue a comprender su utilidad. Pero el tal Inclán la clava en una población rural gallega a la que se largó en busca de ese sentir que dice que la geografía habitada nos hace carácter. Léanlo, solo por salir de sus propias certidumbres. Por darse una alegría en medio de tanta mediocridad, salvo si vas a tiro fijo. Es como un viaje a varios viajes que terminan en un lugar insospechado. Y todo para buscar esa intimidad, esa explicación del porqué la vida juega de una manera con unos y con él pasa de largo. Quizás a usted le pase. A mi me pasó leyendoIncertidumbre
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