Oigo a Iglesias o a Errejón y, qué quieren
que les diga, me cansan. Hilvanan tanto sus argumentos, los retuercen con tanta
explosividad argumental, que ya no se si quieren seguir asaltando los cielos o
huir del fuego cruzado de la realidad. Sus ejercicios de retórica son muy
acústicos. Porque están compuestos para refutarse con brillantez sonora. Hasta
ahí todo bien. Pero llega un momento en que esa inflación argumental se
desparrama por el vacío. Por la nada inocua. Les oyes y desconectas porque
sabes de antemano que nada nuevo va a ocurrir tras ese cruce de megalómanas disquisiciones que se
han ido alejando de las vidas reales de la gente. Porque esas gentes a las que
ambos aluden no esperaban esta rehabilitación general de las herejías. Solo
creyeron que Podemos podía redimir su desactivada manera de soportar esta perra
vida.
Que
qué ha pasado en Podemos para llegar a esto. Hay gente en Podemos que lo sabe.
Porque no andan escasos de cerebros. El problema es no haber sabido gestionar el
conflicto a que toda organización se expone cuando delega todo su poder en el
asamblearismo en tiempos de ligereza, inmediatez y sobreabundancia de egos
necesitados de expansión. Por no hablar del asunto más complejo: el camino
para asaltar los cielos o cómo
conquistamos al poder.
La mayoría de
líderes de Podemos ha estudiado a Gramsci (1891-1937). Y supongo que de este
marxista inclemente aprendieron que la historia no se repite pero fabrica
constantes. Pero ignoro si han sido capaces de aplicarse algo que este pensador
desarrolló en su obra “Revolución Pasiva” cuando decía que: ”antes de cambiar las cabezas hay que cambiar lo que hay dentro de las
cabezas”. Y este es el asunto compañeros. Que en ocasiones nos vemos obligados
a elegir entre los individuos
que pueblan nuestro yo y el que se lo disputan.
Artículo publicado en Noticias de Navarra el 13 de febrero de 2017
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