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Cómo nos hacen sentir culpables de nuestro desempleo



Vean esta película,  si es que todavía no lo han hecho: Yo Daniel Blake. De Ken Loach. Un título que reivindica con fuerza el drama de un carpitero que se queda en paro y es sometido a un implacable y delirante proceso de burocratización en pos de una pensión por parte del sistema de empleo británico. No es una recomendación más, es casi de obligada visión para aquellos y aquellas que viven vidas a medias, precarizadas, pendientes de otros, de  una decisión sanitaria, de un tribunal medico, de una ayuda de los servicios sociales, del sistema de empleo o de esa oficina del paro que nos llama para cursos inservibles o imposibles de cumplir.  Y también para quienes viven plácidamente,  por suerte propia o por carambolas de la vida. Véanla. Los ingleses nos levan ventaja en esto de los recortes a la clase obrera, una clase que allí todavía está presente, aunque se empeñen en ocultarla como nos recordaba Owen Jones. 
Ken Loach conmueve con su película porque viene a demostrar que el neoliberalismo y los recortes del Estado del Bienestar no han acabado con la solidaridad inmediata, pero sí con la colectiva. Y con todos los puentes vinculantes con la vida  aras de tierra. Y ese neoliberalismo ha creado una maquinaria destructora de vidas que requieren pasar por procesos burocráticos absolutamente enloquecidos para seguir alimentando una maquinaria que solo sirve para gestionar una pobreza y una precariedad que clama al cielo. Y más, ese neoliberalismo nos culpa de nuestros males, de nuestro desempleo y nos culpabiliza y responsabiliza de ello como si fuéramos arte y parte de este desaguisado. Más todavía, muchos funcionarios y  obreros digitales  de los sistemas de protección  a sueldo de esa maquinaria burocrática,  colaboran activamente con esta política de policía social tan útil para explicar y mantener este nuevo estado del malestar.

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