Ayer,
el socialismo rajoyista confirmó la traición a su electorado. Y a la memoria de
un partido que ha escrito su historia a
sangre y fuego. Ayer, el socialismo amnésico se puso en manos de un corrupto de
palabra, obra y omisión. Más aún, ese socialismo metabolizado por el brazo más
trilero del PP, cederá el poder a un partido
gangrenado por la corrupción sin propósito de enmienda. Y lo hará
amparándose la lealtad mal entendida
ante gente que ha convertido España en
un lodazal.
Por eso, este
socialismo regentado ahora por un
tal Javier Fernández Iscariote, necesita explicar su infamia, su fariseísmo
moral, su malabarismo político. Necesita dulcificar su pedagogía-trampa ante
esos casi 90.000 militantes socialistas que han exigido decencia ante una
Gestora que ha sucumbido al IBEX35 y sus medios de perturbación social. Y todo
en nombre de una responsabilidad institucional que en este circo resuena como una carcajada.
Ayer el sanedrín socialista, dividido y cautivo,
quiso convencernos de que es de noche
cuando en realidad alguien ha bajado las persianas. Convencernos de que el mal
menor es Rajoy y votar de nuevo un
suicidio democrático. Como si el mal menor les eximiera de la culpa bastarda
que supone no enfrentar la verdad. Ello
prueba el grado de esquizofrenia a que algunos socialistas han llegado. Ya lo
dijo en su día Antonio Machado: “En mi soledad he visto cosas muy
claras que no son verdad” .
A
partir de hoy el socialismo se abrirá en canal.
Vienen tiempos de rompe y rasga en este reino España abocado a una nueva agonía social y política de la mano de
saltimbanquis que han perdido, no ya la memoria, sino la honestidad para llamar
a las cosas por su nombre. Pero el pasado siempre regresa, y lo hace para
vengarse.
Artículo publicado en Noticias de Navarra el 24 de octubre de 2016, un día después de la traición
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