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Panteras grises




Jesús pronto cumplirá 84 años. Pero ni su rostro, todavía terso, ni sus ralos cabellos  plateados delatan sus años. A  no ser por esa mirada perdida que a cierta edad sólo descansa en el infinito. Y es que su memoria,   torpe y  desorientada,  es ya un resto de serie de una biografía  que ha sobrevivido a los avatares de un siglo XX convulso y cruel. Jesús es un anciano. Cierto, a esa edad, salvo raras excepciones, la vida es un regalo. Porque a esa edad solo resta reconocer la honorabilidad que confiere la  resistencia vital.  Pero  Jesús es ya  invisible. Porque llegando a ciertos años no cuentas,  excepto para engrosar la lista de espera del geriátrico. Algunos días lo veo  recorrer con enérgicas dificultades, casi siempre en compañía,  la vieja ciudad. Camina despacio, con el tiempo a la espalda,  pero lo hace con firmeza,  como si tuviera una fe ciega en volver a ser lo que fue. Y cada día  pelea con su enfermedad para  encontrar en las calles de su viejo barrio  las huellas que él mismo dejó  hace tiempo. Unas huellas que el espejo matutino se empeña en empañar. 
            Jesús forma parte de ese ingente  batallón de panteras grises despóticamente ignorados en una sociedad trampeada por la cosmética del botox. Y es que el viejismo, esa actitud discriminatoria hacia la vejez, es otra forma de gerontofobia vital en guerra abierta con ese diferente que hay en nosotros mismos. Nadie quiere pensarse ni sentirse viejo. Y  este modelo de sociedad neurótica, en el que la vejez se arrastra como un pesado carromato, despliega un bastardo repertorio de conductas conspirativas y segregacionistas  que definen muchas de nuestras prácticas cotidianas                                                                                                                                                                               
Alguien dijo que el drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven. Quizá por eso, ignorar la vejez se ha convertido en el mejor secreto para lograr una falsa inmortalidad.  A cuenta de esto, está teniendo lugar en Getxo un homenaje a la vejez. Por sus calles pasea estos días gente grande. Por tamaño y por edad. Numerosas fotografías de gente mayor, conocidas y no tanto, de todo el mundo, desafían  los cuerpos esbeltos y maqueados de las adolescentes cuyo pecho ha estallado este verano. La edición de este año de Getxophoto  lleva por título Elogio de la vejez, y es toda  una provocación a las goteras del cuerpo.  Contempar esos cuerpos y rostros de viejos sin edulcorar me hace pensar  que mientras la mayor parte del planeta empobrecido sobrevive a la edad sin pensar en su jubilación, en Getxophoto el envejecimiento puede ser  una elegía cargada de dignidad. Para Jesús.      

Este artículo se publicó en Noticias de Navarra en abril de 2012. 
Hoy es el Día Mundial del Alzheimer                                                   

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