Foto: Premín de Iruña |
En el cielo hay un sala, según se sube, a mano derecha,
donde se tramitan los expedientes de santidad. En esa oficina iluminada por una
luz cegadora, trabajan sin cesar algunos
funcionarios celestes. En la puerta cuelga
un letrero que dice: reservado el
derecho de admisión. Sobre las mesas, del mismo mármol que Miguel Ángel utilizó para esculpir su David, reposan algunas solicitudes para acceder a ese estado
eterno que ya cotiza en la Bolsa de Roma. El último en llegar ha sido Josemaría.
Un santo que no ha hecho nada relevante en esta vida. Salvo medrar entre los
pasillos vaticanos vendiendo su nombre
con denominación de origen de santidad.
Aparte de esto, nada. Y es que uno se trabaja
su ascenso a los cielos en la medida que
ha sido decepcionado por las paradojas terrestres. Y este hombre ha
vivido y se ha implicado más bien poco en los auténticos problemas de la gente
normal y corriente.
Ignacio Ellacuria y Monseñor Romero fueron asesinados
mientras levantaban la hostia que tan a menudo
saboreaba Escrivá. Fueron dos curas
comprometidos con los desheredados y con la vida, con esos pobres a los que el
nuevo santo niega la posibilidad de redimirse “ ¡ Bendita perseverancia la del
borrico de noria ¡ “ ( Camino 998)
Fueron hombres que nunca llamaron
a las puertas del cielo porque pensaron que el cielo había que bajarlo a
ras de tierra, exprimirlo, partirlo en mil pedazos y repartirlo entre los
pobres del mundo. Ese era su mensaje. Y es que lucharon contra un mundo que
parece surgido del bostezo de un diablo. Por eso sus nombres nunca gozarán de
la gracia divina.
La inclusión en el santoral de
Escrivá responde, más que a su discutible posición en el mundo, al reconocimiento de una sociedad secreta que
levita ante el poder. Antes, los
santos tenían que recorrer un largo y
tortuoso camino para llegar a estar en nómina y plantilla. Y además aportar un
currículo universal de servicio público. Este no. Juan Pablo II necesita de su
Obra para poder salir de apuros
económicos e ideológicos. Necesita de él
como extintor de todas las rebeldías. Y también de imagen. El Opus es
una mezcla de legislación y metafísica de saldo. Y esto mueve voluntades en medio de una Iglesia sin rumbo. Por eso
sus seguidores se entregan a él, sin sospechar que, en este mundo todo
decepciona, incluso la santidad.
Posdata: Este artículo se publicó en abril de 2003, en Diario de Noticias de Navarra. La última canonización ha sido hoy, la de la Madre Teresa de Calcuta. Esta Iglesia es una multinacional de gran producción. Lo mismo viste un santo que desviste otro. Y además tiene su público. Hoy, casi 150.000 almas se han asado bajo el sol inmisericorde que san Pedro ha enviado desde los cielos para goce de santa Teresa de Calcuta. Uno sospecha si de verdad esta mujer quiso llegar tan alto.
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