El Roto |
Más allá de los posibles pactos, de los
tiempos que lleven, de quien los lidere, de las carambolas, de las
abstenciones, de los acuerdos, de las traiciones y contradicciones, de las
renuncias, de las imposibles y
necesarias dimisiones, de los sorpassos
y las sorpresas, de los asaltos a los cielos o los descensos a los infiernos.
Más allá incluso de unas nuevas elecciones;
lo que me parece grave, incluso por encima de las urnas y los votos que
lo validan, es que mucha gente de bien y
de mal, gente que habita este reino de España corrompido hasta médula, siga
creyendo de manera bastarda en un
partido que huele a cloaca. Que siga dando aire
a un hombre gris que cree que la democracia es un chiste sin gracia. Y me preocupa muy
mucho que millones de votos hayan
apoyado y validado a corruptos,
mentirosos, traidores, falsarios, tramposos, bribones y fulleros. Además de fascistas
de reconocido prestigio antidemocrático que nunca se fueron. Y si se fueron lo
hicieron para afilar los cuchillos. Eso
es lo grave. Y lo que al parecer nadie quiere analizar. Si fuera diputado me
preocuparía eso. Más que los posibles pactos
o futuros escenarios de poder y contrapoder. Por encima de los nuevos tiempos
que todavía apestan a viejos. Que el miedo, convertido en arma de dominación
masiva, haya inmunizado la bastarda
corrupción y podredumbre en que está sumido este país en bancarrota ética y
moral, un país donde el bar es el mejor
confesionario y donde los muy ricos disparan sus ganancias a golpe
de chantaje. Que esos millones de votos, muchos de ellos de obreros desclasados,
sirvan para gobernar contra sus propias vidas, contra sus propios intereses. Que
el baile feliz del PP de ayer por la noche ignore el supermercado en ruinas en
que se han convertido nuestras vidas. Y que siga la fiesta como si nada
ocurriera. Eso es lo grave.
Posdata: Artículo publicado en Noticias de Navarra el lunes del día después de las elecciones de verano de 2016
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