Hoy ha sido Primero de
Mayo. En tiempos, uno de los días grandes del obrerismo de clase. Pero los
obreros y las clases de hoy ya no son lo que eran. No porque no existan, sino
porque nuestros currelas juegan en una
liga muy diferente a la de las maquiladoras
centroamericas o los obreros de Sri
Lanka, Bolivia o Senegal. Y porque nuestras clases sociales han dejado de ser
verticales para ser horizontales. Porque las peleas, las luchas, los
conflictos, ya no se dan
mayoritariamente entre patronos y obreros.
Se dan entre obreros con buen trabajo y obreros precarizados, y entre estos y
los desempleados, y entre estos y los
que no tienen subsidio, y entre estos y
los que cobran una ayuda social, y entre estos y los que viven a dos velas. Y en medio de todo ello atravesando las fragilidades, el género como forma intensificada de explotación sublime. Esas son nuestras clases fragilizadas y enfrentadas entre sí. Y esas, hoy no
estaban en las manifestaciones. ¿Qué por qué no estaban ? Porque nadie les
representa. Han estado los que hablan por ellos. Con su mejor intención. Pero no ellos ni ellas. Porque sus
necesidades y demandas no encajan en las protecciones de los sindicatos. Porque
no encuentran solidaridades de clase. Porque no son clase, son la infraclase y
además individualizada en la gestión de su propia miseria. Y además están fuera
de la centralidad del trabajo. Ese es el Primero de Mayo que nos falta aunque
lo gritemos en cada calle.
Pero tampoco los sindicatos son lo que eran. Ni su papel, ni sus roles, ni
su incidencia es la que era en tiempos en los que cambiar el mundo significaba
eso, cambiarlo. Hoy ha sido Primero de Mayo y
las consignas, legítimas todas ellas,
han vuelto a resonar. Pero uno
tenía la impresión de que los gritos caían en saco roto. Como si no tuvieran
destinatario. Como si quisieramos seguir entonando ecos de la historia
incapacaes de interpretar este presente.
Hoya ha sido Primero de Mayo y uno sientre que esta fiesta no logra
hacernos bailar al mismo ritmo.
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