Quien pasa de la cincuentena lo
recordará: Zain dezagun Belagua! fue más que una pegatina inolvidable. Fue un
icono movilizador del primer conservacionismo medioambiental. Un grito contra
un cuartel militar inservible que se alzó en Yeguaceros por encima de todas las
leyes. Por seguridad nacional dijeron. En medio de aquella juerga
antimilitarista y ecologista, unos cuantos
gipimontañeros llevaban ya más de diez años haciendo del refugio de
Belagoa, (1971) un lugar de referencia para el montañismo vasco. Algunos de mis
mejores amigos y amigas los conocí allí, entre perolas y cuerdas de escalar. Aquello
duró hasta 2004, fecha en que el refugio, propiedad de la Junta del Valle de
Roncal, se cerró. Cosas del tiempo, los nuevos hábitos de consumo y el nuevo turismo influyeron en ello. Hoy el
refugio es un lugar-ruina que enloquece a quien lo recuerda en plenitud. Un
no-lugar en el vacío que clama venganza. Pues Navarra es la única comunidad
pirenaica que no dispone de ningún refugio de alta montaña abierto.
Hace unos meses surgió la posibilidad
de recuperarlo a través del proyecto europeo INTERREG-POCTEFA. Así, en mayo de 2015 la Junta
General de Erronkaribar lo cedió de forma gratuita a la
Federación Navarra de Montaña. Entonces se disparó la ilusión de rehabilitarlo.
Y eso abrió las venas en canal de muchas gentes implicadas.
Hace
unos días, tras meses de intensas negociaciones, idas y venidas e ilusiones en
juego, el proyecto del nuevo refugio de Belagoa se ha venido abajo. Como si
quisiera apuntalar su ruina. Alguien ha dicho no. Y nadie sabe a ciencia cierta
qué ha pasado. Dice Koldo Aldaz, guarda del refugio en sus años dorados, que
antes muerto que ruinoso. Para no soportar la vileza del declive. Eso, si el refugio no se
rehabilita. Zain dezagun Belagoako aterpea !
Artículo publicado en Noticias de Navarra el día 30 de mayo de 2016
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