Dice algún periódico desmemoriado
pero que se atribuye toda la "Razón", que el Parlamento navarro se
burla de la Corona y de la Iglesia con esta exposición. Ayer estuve en Gurs,
(Departamento Pirineos Atlánticos- País Vasco Francés) ese lugar donde justo por
estos días hace 77 años, se inauguraba un campo denominado de acogida y acabó
siendo de concentración. Allí 456 navarros fueron recluidos tras huir de una
guerra infame. Lo que vi ayer me lo enseñó Iosu Chueca , ese historiador que no
ha llegado a ser profeta en su tierra. Como esos navarros aún sin ser
reconocidos por ningún gobierno navarro en democracia.
Que UPN diga de
esta exposición lo que dice, que viene a coincidir con esos periódicos sin
memoria, es un atentado a la memoria, a la historia y a las víctimas. Esa
exposición refleja la realidad, caricaturizada, pero realidad de un tiempo de
sangre y muerte. Un tiempo sin reconocimiento que todavía sangra sin
cicatrizar. Porque aquí no hubo un proceso de Núremberg que recompensara a las
víctimas y sentenciara a los culpables. Esa guerra no se cerró. Sigue latente y
recordarla, aunque duela, es un deber de quienes no renuncian al honor ni la
verdad
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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