Si tuviera que
suspender al nuevo gobierno, lo haría en comunicación. Y no es porque no
comunique, sino por cómo lo hace. Esto no
es cuestión de voces ni portavoces. Es algo más. A este gobierno le sobran
palabras y le faltan ideas. Ideas fuerza para comunicar por qué hace lo que hace y para qué. Algo que
tiene que ver la estrategia comunicacional, con la pedagogía política y la gestión de las ideas marco
referenciales del nuevo gobierno. Si yo fuera presidenta me preocuparía no solo
de informar, que también, sino de generar discurso público y político sobre lo
que digo y hago. Discurso pedagógico que permita entender los cambios
propuestos y los procesos en marcha. Discurso para comprender la diferencia
conceptual entre una y otra política.
Por ejemplo, entre las ideas fuerza de UPN destaca la ejecución de macro-proyectos
públicos como forma de generar riqueza. Bien. Ya lo tienen. Díganle a la ciudadanía
que los proyectos estrella de UPN: el Circuito de los Arcos, el Reyno Navarra
Arena, la Ciudad del Transporte, el Museo de los Sanfermines, el TAV, el Canal
de Navarra o el caso CAN, dejaron una “osca”, según apuntó Eva Aranguren en
este periódico, de casi 10.000 millones de euros. Eso supone a cada navarro 15.000
euros. Ahí lo tienen. Expliquen bien esto. Y acto seguido, relaciónenlo con los ataques de UPN a su política
fiscal. Aporren el atril. Insistan en esta estafa. Pero vayan más allá y
desmonten las ideas fuerza de la derecha: esa inversión-deuda funciona en
nuestras mentes como un mecanismo de sujeción,
como una técnica securitaria de gobierno y control de nuestras subjetividades individuales y colectivas. Y
hagan lo mismo con los debates sobre la OPE en educación, el euskera, la
gestión público-privado o la nueva Renta Garantizada. Hablen, pero háganse
entender bien.
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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