Eran poco más de las cinco de la tarde, como si la muerte se anunciara a esa hora. A esa hora que en España huele a sangre y a moscas. A esa hora cinco obreros murieron en Vitoria-Gasteiz. Eran las cinco de la tarde. Y lo demás era muerte y solo muerte a las cinco de la tarde. Como si aquellos policías enfurecidos por el miedo y las órdenes, quisieran cornear sin piedad a esos cinco obreros a las cinco de la tarde. Y mientras, años después, las campanadas de arsénico y el humo a las cinco de la tarde. Y allí se juntaron Lluis Llach y Federico Garcia Lorca. Uno lloraba por Ignacio Sánchez Mejías y el otro por cinco obreros a las cinco de la tarde. Ocurrió en Gazteiz hace cuarenta años, a las cinco de la tarde.
Eran poco más de las cinco de la tarde, como si la muerte se anunciara a esa hora. A esa hora que en España huele a sangre y a moscas. A esa hora cinco obreros murieron en Vitoria-Gasteiz. Eran las cinco de la tarde. Y lo demás era muerte y solo muerte a las cinco de la tarde. Como si aquellos policías enfurecidos por el miedo y las órdenes, quisieran cornear sin piedad a esos cinco obreros a las cinco de la tarde. Y mientras, años después, las campanadas de arsénico y el humo a las cinco de la tarde. Y allí se juntaron Lluis Llach y Federico Garcia Lorca. Uno lloraba por Ignacio Sánchez Mejías y el otro por cinco obreros a las cinco de la tarde. Ocurrió en Gazteiz hace cuarenta años, a las cinco de la tarde.
Comentarios
Publicar un comentario