Ir al contenido principal

El quejas


Un viejo conocido me espetó amablemente  el otro día que mis columnas  rezumaban amargura. Que escribía como un yonqui de la queja, como si solo leyera a Cioran. ¿Acaso la vida no te ofrece ni siquiera una tregua? ¿ Acaso disfrutas mirando trabajar a los enterradores? Joder, pareciera que chapuceas a diario en un estercolero. Como un diplomático del gemido. Eso me dijo. No supe qué contestarle. De repente me hizo sentir como un experto en decadencias. Pero sinceramente,  no soy un tipo que crea en el porvenir del cianuro. Salvo en contadas ocasiones y si se prescribe con nombres y apellidos. Así que  me dio por pensar en una columna amable. Ahora que los tiempos prometen un paraíso, aunque sea en llamas. Y pensé en escribir una sobre el próximo Congreso de la Vida Buena en Tudela, otra sobre la ultima victoria de Osasuna en Córdoba, quizás una sobre el repunte del turismo en Navarra o el imparable buenrollismo de los políticos harekrishna  de esta  ciudad llamando a la participación, mesas ciudadanas y  procesos comunitarios para llegar al nirvana social. Y así me iban saliendo unas cuantas. En esas estaba cuando oí por la radio que el cine Carlos III cerraba el próximo 3 de marzo. Justo el día que se cumplen cuarenta  años de los asesinatos de cinco obreros en Vitoria por atentar contra aquella  realidad. Hoy la crisis, el mercado o lo que sea,  elije ese día para cargarse al  ultimo cine del centro de Pamplona. Ignoro la razón del crimen aunque me la imagino. Ese cine llevaba cincuenta y dos años atentando contra la realidad, esa de la que huimos para soportar mejor el peso de las verdades. Y eso se paga caro. Pero ya ven,  me estoy  envolviendo otra vez en el bucle de la queja. Y no quisiera. Que vuelva el cine.
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra el 29 de febrero de 2016








Comentarios

Entradas populares de este blog

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...

Vila-Matas no invita a la lógica

Vila-Matas es un tipo desconcertante. Pretende desaparecer, hacerse invisible, pero no lo consigue. y mira que ha insistido en ello. Pero lejos de ello, se hace más presente. Y  es que  esa desaparición pasa por la propia transformación de su mundo literario. Por el vaciado de su propia materia prima textual. VM ha iniciado, creo,   la última parte de su carrera de fondo  literaria con su ultima aportación. Y espero que tenga su recompensa. Para algunos críticos, VM es un escritor escorado a ninguna parte, excepto hacia su propio mundo interior, eso sí,  sin llegar a ser un pedante del lirismo estético individualista. Otros, alguno de mi provinciana ciudad sanferminera, le achacan de postmoderno colaboracionista de la fatuidad de la literatura sin compromiso. Nada más lejos después de leer su última novela. Si es que es novela. Tras la lectura de esta obra, me siento más vilamatiano que nunca. Por una razón muy simple. Este tipo me habla al oído, susurra c...

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorado...