Ir al contenido principal

Caridad por derechos


Una nueva beneficencia adornada de buenrollismo social nos invade  dejando un  apestoso tufo a paternalismo neoliberal y clientelar. Y es que,  frente al descalabro  de los sistemas públicos de protección social y la furia de los recortes en los principales seguros vitales que nos han proporcionado seguridad ante la adversidad; no pocos colectivos civiles y religiosos, oenegés,  entidades privadas de solidaridad con y sin ánimo de lucro y grupos ciudadanos de variada tipología,   han izado la bandera de la desigualdad y la pobreza como formas de solidaridad redencionista. Numerosas  iniciativas tratan de salvar a la gente de los desahucios, la pobreza, del frío, del hambre, de los cortes de agua y luz y de la precariedad sangrante. Como si los sistemas públicos, invisibilizados y descapitalizados, por no decir despolitizados, fueran incapaces de abordar este socavón social creado por la crisis. Y a lo mejor es verdad. A lo mejor es verdad que lo público ha desertado de sus responsabilidades y nos faltan guardaespaldas sociales. Pero seamos claros, esta inflación de solidaridades  está generando un efecto perverso: la desciudadanización e infantilización clientelar de las poblaciones más vulnerables. Y ello contribuye al reforzamiento discursivo del fin del Estado Social y de derecho en favor de la nueva caridad privada. 
No negaré la función complementaria de este tercer sector empeñado en el rescate ciudadano. No negaré su valía. Pero son los sistemas públicos los que deben garantizar la protección social. Son los servicios sociales públicos quienes deben liderar la lucha contra las desigualdades. Porque ellos garantizan la  solidaridad redistributiva a través de sus dispositivos. Porque ellos legitiman la condición universal de ciudadanía. Algo que está bajo mínimos.

Artículo publicado en Noticias de Navarra el 1 de febrero de 2016








Comentarios

Entradas populares de este blog

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de

Mario Gaviria, de trago largo y coito corto

Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener Quizás, para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes, sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad, este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto,   aquí se le negaba el reconocimiento que él nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio d

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Roda de Ter pero que t