El 22 de enero de 1845 Edgar Allan Poe amaneció de buen humor: junto al porche de su casa -una modesta pero coqueta vivienda de dos alturas, de madera de cedro pintada de blanco, chimenea de ladrillo, amplio galpón contiguo y agradable yard delantero- , se encontró con la edición dominical del Evening Mirror que publicaba su poema "El cuervo". Pocas semanas después llegaron elogiosas reseñas y al cabo de los meses la inesperada y amplísima fama. En un visto y no visto, Poe había dejado de ser un oscuro periodista para convertirse en una celebridad, incluso para aquellos que jamás leían un libro y que, sin embargo, leyeron "El cuervo". Las tertulias y los clubes se rifaban a la nueva estrella de la escena literaria de Nueva York y Poe trataba de no defraudar a nadie sin defraudarse a su vez a sí mismo. Una tarde bajó las escalerillas del porche y se encaminó hacia el tranvía que debía llevarlo al encuentro con otros escritores que tendría lugar en casa de Anne Charlotte Lynch, cuando se cruzó con un niño que lo reconoció y comenzó a dar vueltas a su alrededor, agitando los brazos y profiriendo sonoros graznidos. Poe, que como buen huérfano nunca se deshizo de la infancia, decidió corresponderle y ambos empezaron a volar de un lado para otro y acabaron subidos a un árbol, grajeando como locos, mientras se marchaba el tranvía.
El Cuervo: http://www.literatura.us/idiomas/eap_cuervo.html
Extracto de la Agenda 2016. Anoche un libro me salvó la vida. Ed. errata naturae, Madrid, 2015
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