Estoy en la suculenta lectura de una obra que quiere ir
al corazón de las tinieblas políticas, a retar a la historia, a ponerla contra
las cuerdas, a entender y desentender
lo que ha sido la construcción y deconstrucción de una nación, un ideal y una cultura y su
devenir en una cascada de miserias.
Estoy con la Nóbel 2015, Svetlana Alexievich y su “El fin del Homo sovieticus”
(Acantilado) .
Hay pasajes en este libro que te llevan a ninguna parte,
sobre todo a esa parte en que la nada y también el todo eran grises y no había olor en los decorados
salvo a berza cocida y rábanos avinagrados, quizás como el porvenir instalado
en la memoria y en las expectativas de los habitantes de aquella URSS que
algunos idealizamos hasta descubrir los sinsabores de un capitalismo bastardo.
Este texto de una notable traza roza todos los géneros en
un alarde de ingeniería literaria:
ensayo, crónica periodístico, memorias, novela histórica, reportaje,
todo. Y todo te lleva una y otra vez a ese sentir que la autora dice: “en la Unión
Soviética nos enseñaban a morir por el país, pero no a ser felices. Nuestra
experiencia vital es la de resistirnos a la violencia”. Y es verdad, a medida
que vas entrando de la mano de esta narradora en las entrañas de aquel mundo,
descubres que el alma rusa tiene un plus. Lo sientes, lo percibes, puedes
vivenciar ese vivir diario. Y ese plus no se si es de vanidad, exageración, resiliencia, épica o heroísmo a
raudales. En este texto encuentras testimonios de viejos miembros del PC
soviético y se te ponen los pelos como escarpias al comprobar la solidez de sus
principios y observar cómo esos principios se han desmoronado en un país
abocado a una de las mayores desigualdades mundiales por obra y gracia de un
neoliberalismo político y económico sin fronteras. Justo en un territorio donde
la igualdad y la solidaridad eran el padrenuestro diario hasta 1991. A partir
de ese año la UIRSS entró en bancarrota ética, moral, económica,
ideológica e histórica. Y este libro suena a expiación pero también funciona
como un artefacto arrojadizo contra los designios de una época que ha
fagocitado todos los valores de un viejo mundo todavía candentes en la memoria
del alma rusa.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/08/actualidad/1444297840_159906.html
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