Siento pertenecer a ese porcentaje de ciudadanos que no logra
entender el procés català. Ni a corto
ni a medio plazo. Mucho menos los movimientos que las diferentes fichas han
realizado en esa compleja partida de
ajedrez llamada a dar jaque mate al reino de España. Y les puedo
asegurar que los medios españoles leales al neoliberalismo político de la
España grande y libre no me conmueven.
Pero lo peor está siendo querer entenderlo por encima de todo, sin
filtros, sin objeciones, por encima y por debajo de Mas. Entender discursos,
asambleas, votos, contravotos, idas y venidas, negociaciones y retiradas a
tiempo. Dar por bueno cualquier paso porque el procés está exculpado de toda equivocación. A cualquier precio. Entonces es cuando entro
en barrena. Porque en otros momentos de la historia las aristas se han mirado
con lupa.
Un amigo catalán me dice que la
mayoría política del pueblo de Catalunya está por la desconexión española no
tanto porque identitariamente sienta esa pulsión sino porque salir de España,
de esta España refranquistada y atascada en la corrupción hasta médula, es la única manera de afrontar un futuro con
dignidad. Le digo que eso también lo sienten muchas personas en Ciudad Real,
Zaragoza o Sevilla. Pero detrás no
tienen una excusa histórica para justificar su “liberación”.
Así las cosas, me cuesta imaginar
estos dieciocho meses hasta la desconexión del
canal español. Cómo se aguantarán los empujones finales, las tensiones,
las resistencias, las amenazas españolas y catalanas, cómo actuarán los lobbies de presión, los empresarios, los
partidos unionistas, la gran banca, el ejército, los grupos de interés, los
medios. Cómo se pactará lo que sea y a qué precio. En definitiva, cómo se explicará,
gestionará y negociará ese final hacia la república catalana. Junqueras lo tiene muy claro. Le envidio.
Comentarios
Publicar un comentario