Soy
de la generación de los blackface, es
decir, de aquellos niños que al
finalizar la cabalgata de reyes nos colocaban en las rodillas de un rey negro para hacernos una foto. Él te
sostenía y tu le mirabas aterrorizado. Mientras escribo esto, contemplo esa
foto que data de 1963 y todavía
emite un tufo de mentira. Tu sabías
que allí, tras aquella cara betuneada, había una trampa que empezaba por los labios sonrosados y terminaba a la altura del cogote clareado.
Pero aguantabas la farsa. Como después has aguantado muchas y con menos
recompensa.
Si
yo fuera alcalde de esta ciudad - se lo digo Asirón - antes del día 5 de enero
daría un golpe en la mesa. Y diría: ¡basta
de farsa ¡ acabemos con este sainete caduco
y casposo que, como decía este periódico el sábado, coloca a
Pamplona entre las pocas capitales que todavía se rinden esa noche ante un
blanco tuneado y farolero. Porque ese
negro simulado es un insulto para
los 1.543 negros de verdad que viven aquí, en esta ciudad que presume de cambio.
Sé que eso es difícil. Que quizás no haya forma de hacer bajar del camello a
ese rey cargado de vanidad. Pero ese rey no puede tener la última palabra. Por
muy presidente que sea de esa Cabalgata de Reyes subvencionada con 50.000 euros públicos. Y eso
que creo que ese dinero está bien gastado. Ese desfile endulza la noche de miles de personas y reúne toneladas de ilusión infantil. Pero no
puede seguir siendo un espectáculo de racismo encubierto. Señor Alcalde, llame
a ese rey y siéntelo a su mesa, quítele la mascara y acabe con su farsa. Porque
aunque él sea rey por un día, usted tiene la vara de mando. Y le apoyan los
grupos municipales y casi seis mil firmas de la petición Porque Pamplona tenga un
Baltasar negro de verdad.
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra el día 14 de diciembre de 2015
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra el día 14 de diciembre de 2015
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