A estas alturas de la mentira, instalada ésta como moneda de cambio en la ciénaga política,
exigir al socialismo sanchista responsabilidad
con esos millones de votantes que han apoyado el “cambio”, es pura ilusión pervertida. Lo
digo por la más que posible espantada del socialismo ante un gobierno de cambio
con Podemos y otras fuerzas de izquierda. Todos sabemos que el socialismo se estranguló con Felipe González hacia una deriva insondable abandonando la idea de cambiar el mundo por gestionarlo mejor.
En Navarra, donde se han realizado a lo largo de la historia numerosos experimentos políticos, sabemos que los socialistas han
sostenido a una de las derechas más reaccionarias de Europa durante años. Y lo
han explicado por activa y por pasiva, han justificado su apoyo con ideas
vacías pero dotadas de carga emocional: la necesaria gobernabilidad, la responsabilidad
y la incuestionable garantía
constitucional del régimen. Pero las izquierdas deben hacer una buena traducción de ello: el sostenimiento bastardo de
un régimen del cual ellos, los socialistas, han sido arte y parte en la depravación y la
alteración de las voluntades ciudadanas. Los socialistas navarros, sus
dirigentes, durante años, han apoyado un régimen corrupto blindado tras la
responsabilidad institucional. Y lo han sostenido como coartada moral y política ante el constante saqueo de la voluntad
popular. Así les va.
Pedro Sánchez no apoyará a Rajoy en la
primera investidura, ni en la segunda. Y forzará con ello unas nuevas
elecciones en las que la amenaza de la polarización por la derecha y por la
izquierda amenazará a este reino de
España con nuevos nubarrones y miedos que
serán azuzados por los medios conservadores, la patronal, el IBEX 35, la
Corona y la Santa Sede si es preciso. En esa tesitura, con una España
radicalizada en sus extremos, en un escenario identificado- que no real- como
ingobernable; la necesidad exigente de
la racionalidad y el consenso llevarán a Pedro Sánchez a pactar con el PP en un
ejercicio de deuda e inmolación responsable. Algo ya ensayado en Navarra. Pero no se preocupen, todo ello será
debidamente justificado como un acto de
fe en España y su futuro. Esa responsabilidad
se venderá como un acto de salvación de un país ingobernable abocado al
cainismo, el miedo y el abismo. Donde todas las aguas tienen el color de los
ahogados.
Atrás quedará un socialismo meramente testimonial en Andalucía y Extremadura. Pero no importará. Y un país con casi trece millones de pobres, una economía saqueada, un estado del
Bienestar puesto en venta, una cultura hipotecada, una educación sin recursos,
una ciencia abocada a la diáspora y
millones de gentes queriendo huir de un país que no los reconoce. Mientras, los grandes lobbies de presión económica, política y mediática, alimentarán la
idea de que el espíritu florece sobre las ruinas de la vida. Y comerán
langostinos con una mano mientras con la otra aprietan el gatillo contra una
democracia asesinada de antemano. Siento
que vivo en un país que como dice Cioran, si los demonios probaran el amargor
de la sangre enloquecerían de tristeza.
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