Ir al contenido principal

El premio


Felipe VI se había levantado aquella mañana con una inconfesable resaca. El jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín,  le ofreció un ibuprofeno que ingirió con un café bien cargado. Ya en el despacho,  el rey abrió el correo que Ana Herrera, consejera de Cultura del Gobierno de Navarra le había enviado el día de San Lázaro. Mientras lo leía, cabeceaba como queriendo quitarse  de encima  los restos del  naufragio nocturno.  De repente soltó una carcajada. Alfonsín le miró sorprendido.  Pensó que todavía podía estar bajo los efectos del exceso.
-       Majestad -le dijo-,  ¿ocurre algo?
-       Nada Alfonsín,  los navarros me acaban de quitar un peso de encima. Ya no entregaré más premios Príncipe de Viana, lo cual me alegra porque eran un peñazo anual que nunca digerí bien. Imagínate, -prosiguió- si este año tuviera  que aguantar los desplantes de esas gentes de Bildu o de esa chica de Podemos.  
-       ¿Tú te acuerdas de esa chica Alfonsín?, aquella que me retó  en  2011 a convocar un referéndum por la República mientras el entonces presidente  Sanz le espetó a fundar un partido político y esperar a que le votarán.
-       -Quita, quita Alfonsín , dijo el rey,  - escribe a esa Consejera y acepta de buen grado esta insolencia liberadora. Dile además,  que cedo el título de Princesa de Viana, de mi hija  Leonor,  al fallecido  Pablo Antoñana y que  lo ostente  a título póstumo-.
El rey entonces le mostró a su secretario un libro del de Viana titulado: El tiempo no está con nosotros. 
-Ese hombre sí que era clarividente –dijo el rey-. Y  este cuento suyo me recuerda que un rey debe ser honesto . Pero su mayor  acto de valentía sería derribar el templo que ha erigido para adorarse-.
-       Ponte a ello Alfonsín -indicó el rey- y recuérdale a Ana Herrera que puede retirarme la confianza pero nunca dejar de celebrar  el día de hoy-.  

Artículo publicado en Noticias de Navarra el 28 de diciembre de 2015


Comentarios

Entradas populares de este blog

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de

Mario Gaviria, de trago largo y coito corto

Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener Quizás, para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes, sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad, este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto,   aquí se le negaba el reconocimiento que él nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio d

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Roda de Ter pero que t