Aquel
hombre se había ganado su puesto a pulso. Aunque no era la primera vez que se
sentaba en el consejo de dirección de aquella
multinacional de la fe. Entre los
ejecutivos de alzacuello de esa empresa con acciones en todo el mundo, gozaba
de gran prestigio y respeto. Su curriculun era tan impresionante que ninguno de
sus compañeros de fe y oración le hacía sombra. En su día, cuando la juventud
aún se le paseaba por el alma, tuvo su
momento de debilidad y llegó a ser considerado
progresista. Pero el tiempo, las influencias
y el poder le han situado donde, tal vez, siempre quiso estar. Por eso ha vuelto a ser
nombrado Secretario General de la Conferencia Episcopal española.
Este hombre, vestido de impecable gris marengo, pudo haber inventado a Dios pero no lo hizo
porque el mismo Dios le advirtió que eso era un acto de soberbia. El arzobispo
siempre se ha movido entre silogismos y dogmas de fe, entre verdades como puños
y sentencias inapelables. Tiene fama de
buen teólogo, pero yo creo que, como
todo teólogo, sigue haciendo teología
aun después de haber llegado a la conclusión de que Dios no existe. No obstante el arzobispo es un profesional de
la fe y como tal se vende en el mercado de las creencias. El problema es que
sus principios e ideas tienen patente bíblica y, por tanto, no admiten fecha de
caducidad. Y eso es lo primero que miramos en la tapa del yogur. Por eso me
molesta que siga vendiendo cataclismos morales que tienen menos garantía que un
simple tostador.
A la moral católica
y al discurso etiquetado que se vende
desde su empresa, le sobran dogmas, abalorios, condecoraciones y parafernalia. Y le falta nervio,
compromiso, rigor, actualidad y
autocrítica. Y es que este hombre se despacha a gusto sobre cuestiones como la
familia, la vía ética hacia la autodeterminación, la homosexualidad y la moral
aplicada a las buenas y malas costumbres. Parece que este hombre tiene las
llaves del reino de los cielos escondidas en cada versículo que entona de vez
en cuando. No estaría de más que se soltase su escasa melena y enarbolase una
cruzada contra las pateras, las mafias que chulean prostitutas, la pobreza, los
malos tratos, las inversiones de la Iglesia, el desempleo, la precariedad, la
ética de ciertos banqueros o los
negocios de algunos usureros. Y es que,
los teólogos como él, retuercen la vida de tal manera que en el fondo no les
importa que el mundo se hunda con tal de salvar su orgullo de profetas.
Posdata: este artículo se publicó en Noticias de Navarra en 2002. Me dirigía a a Rouco Varela, aunque no lo tengo muy claro. Pero creo que tiene validez para confirmar que esta casta eclesiástica sigue empeñada en aplicarse a sí misma una doble moral, o incluso a veces, ni eso. Estos días al Cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares se le ha ido la lengua más de la cuenta y ha acusado a los refugiados de no ser trigo limpio. Ayer mismo dijo, para lavarse la conciencia, que se han malinterpretado sus palabras. ¡¡¡Vaya por Dios ¡¡¡ Otro que se echa en manos de la divinidad para ser salvado del demonio que lleva dentro
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