Foto: Jesús Diges |
Navarra ha dejado de ser mayoritariamente de derechas. Las
elecciones pasadas, marcadas a sangre y fuego, movieron las almas de mucha
gente que dijo: ¡ hasta aquí hemos llegado¡
Si bien Sanz y Del Burgo están en su derecho de decir que UPN es el
partido más votado, no pueden negar que el deseo profundo de cambio se ha
traducido en ese casi 58% de la población navarra que ha votado a partidos, más
o menos progresistas, de izquierdas,
vasquistas y con ganas de abrir las compuertas de esta Comunidad. Enfrente
tienen a ese 39,1% de votos aferrados al
inmovilismo sanzista jaleado por el allismo turbio y comodón.
Si ese es el sentir de la mayoría de la población navarra,
Sanz y los suyos deberían reconsiderar su mandato. La derecha navarra debería hacer examen de
conciencia y no de reincidencia. Porque en este presente
convulso y agitado ya no gozan del
crédito de la gente. Una prueba de
honorabilidad democrática, de conexión con el sentir popular de la mayoría de la población, sería
someterse, por parte de UPN y CDN a una cura de humildad. Y eso se llama
aceptar la derrota. Porque la gente, de forma mayoritaria, ha retirado su
inversión de expectativas en el banco ideológico de UPN. A partir de
ahora, comienza el aprendizaje de la
decepción. En esas circunstancias, gobernar en nombre de
la mayoría de los navarros y navarras es
falsear la realidad y traicionar a las instituciones. Y lo digo sabiendo que
legalmente lo pueden hacer. Que la legalidad ampara este mandato. Pero a veces,
la legitimidad institucional, santificada por normas, leyes y procedimientos, no forma parte de la
verdad, ni de la realidad pura y dura, ni tan siquiera de la vida misma. Porque
gobernar así es estar expuesto a una
orfandad a la intemperie.
Por eso, el CDN debería
reconsiderar su postura como protector
de un gobierno sin confianza real. Dicho esto, creo que lo más adecuado sería
gestionar lo mejor posible la nueva situación política de la Comunidad y
provocar un adelanto de las elecciones forales. Pero esto exige sangre, sudor y
lágrimas. Y sobre todo enfrentarse a la verdad, a lo real, a la posible
derrota, algo que algunos políticos no
encajan en su oxidada estructura personal. Adelantar las elecciones aliviaría
el panorama político, ayudaría a serenar los ánimos, contribuiría a una mejora
de la calidad de medio ambiente social
y, sobre todo, a una clarificación del mapa de los sentimientos de la
ciudadanía, de quién quiere que les
gobierne. Y ese ya no es Miguel Sanz.
Posdata: este artículo se publicó en marzo de 2004 en Diario de Noticias de Navarra. Habla de las elecciones celebradas en mayo de 2003 en las que si bien la derecha ganó, no sumó más votos que la izquierda. No obstante, UPN, con apoyo del CDN, se hizo con la gobernabilidad dejando a una gran mayoría de navarros y navarras, fuera del juego democrático.
Hoy, tras las elecciones pasadas, las posturas de ciertos personajes de la derecha más reaccionaria de UPN, inoculando veneno político a través de las cloacas de la información y calentando conciencias dominadas acerca del Apocalipsis que puede generar el cambio de gobierno, ponen en evidencia la escasa credibilidad democrática de quienes profetizan una Navarra arrasada por miedos y temores medievalistas. Una prueba de ello es esta amenaza de la presidenta Barcina relacionando la situación actual con la Alemania prehitleriana
http://politica.elpais.com/politica/2015/05/27/actualidad/1432721597_838246.html
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