Cuesta
trabajo abrirse paso entre tanta histeria y desesperación. Un viento incesante
nos ha dejado a la intemperie y, ya nada
ni nadie es garantía de salvación. Todas
las antorchas que alumbraron los deseos de cambiar el mundo se han ido
apagando. El mundo mismo enmudece ante su propia adversidad. Y sin embargo, de
todo ello queda un poso. Entre los restos de la tragedia aún se pueden ver
náufragos anónimos en busca de una costa
segura donde poder encontrar un lugar para el saludo, la hospitalidad, la
charla amiga, el acogimiento, la protección, la concordia, el entusiasmo, la
dulzura, la confianza, la amistad, el regalo, la fiesta, la amenidad, lo generoso, lo fácil, lo sencillo, la
celebración, la indulgencia, el aplauso, la risa, el acompañamiento, la dicha,
el placer, el convite, el descanso, el consuelo, la ayuda, la reflexión, el
amparo, el altruismo, la pasión, la afabilidad, la caricia, la lucidez, la
humildad, la franqueza, el recibimiento, la despedida, la comprensión, la delicadeza, la
reciprocidad, la concordia, el apaciguamiento, la visita, el agasajo, la
enhorabuena, el beso, el juicio, la paciencia, la lealtad, la discusión, la
vecindad, la tregua, la ayuda, la reflexión, la confianza, la tranquilidad, el
descanso, la gratitud, el reconocimiento, la permisividad, la memoria, la
prudencia, la delicadeza, la honestidad, la dignidad, el respeto, el brindis,
el ofrecimiento, la deleitación, la sensualidad, la alegría, la utopía... En
definitiva, emociones límite sin fecha de caducidad para ir ganado terreno a la zozobra diaria. Esto es todo cuanto se
me ocurre para afrontar tiempos duros
saturados de saturación. Tiempos imprevisibles e hipotecados por un destino que
otros se empeñan en dinamitar
premeditadamente. Ante este asedio lo mejor es marcar la hora de volver. Volver sobre lo andado, lo
soñado, lo mil veces imaginado. Sobre la propia utopía personal. La hora que
nos señale, no ya el verdadero camino, que no lo hay, sino el ritmo sosegado de
un tiempo que juega con la falta de destino.
La
historia no se repite pero fabrica constantes. Y entre otras cosas, parece
haber indicios para afirmar que nunca
cualquier tiempo pasado fue mejor. Y es que vivir es, como decía Pessoa,
“admirarse de estar siendo”
Posdata: este artículo fue escrito en abril de 2001, justo hace catorce años en Diario de Noticias de Navarra. Hoy vuelvo sobre el y no sé qué decir. Firmaría todo y lo rompería todo y más. Todo a la vez. Como si el tiempo revuelto y alterado de los últimos años fuera incapaz de destrozar lo escrito pero tampoco muy capaz de renombrar el futuro. Y sin embargo me puede la frase final de Pessoa.
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