Dice en la contraportada del libro "Escrito en negro" que Martín Olmos, al que desconocía, "nació en Bilbao en 1966 y lleva cinco años contando crímenes en el periódico El Correo"
Me pongo manos a la obra, porque en otra parte del libro dice" Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente" (Thomas de Quincey).
Como no quiero dejarlo para el día siguiente, porque ya me he permitido un asesinato, he robado sin importarme cuánto, llevo tiempo dándome a la bebida y mucho más inobservado el día del Señor; entro a saco con "los asesinos diletantes", el primer capítulo del libro. No lo puedo dejar porque ya tengo las manos manchadas de sangre. Y es que estoy seguro que quien se aventure por este despropósito de crímenes de altura y bajura, hallará el descanso eterno envuelto en una prosa delirante y asombrosa.
El tal Martín Olmos desenvaina poesía en cada relato y construye narraciones inverosímiles sobre los acantilados de la imaginación más desbordante. Yo no sé si estos crímenes ocurrieron alguna vez. Ni me importa. Solo sé que el horror en estado puro es más dulce si se acompaña con dosis de dulce cianuro. Sin duda se trata de un texto llamado a ser tenido en cuenta por la brillantez de su prosa, atrevida, bastarda, desafiante y tremendamente imaginativa. Más allá de una novela negra, más allá de un simple libro de crímenes de la humanidad, más, mucho más, este es un texto donde encontrar el placer de una lectura que deja inmunes a los asesinos y mucho más tranquilos a los asesinados.
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