Dijo Abraham Lincoln (1809-1865) que " medir las palabras no es necesariamente endulzar su expresión, sino haber previsto y aceptado las consecuencias de ellas". Pareciera que Gregorio Morán ha pasado de largo por encima de esta cita, la cual ignoro si la conoce. Lo digo porque este hombre, periodista para más señas, y autor de textos imprescindibles para entender la evolución política social y cultural del Reino de España en su vertiente más contemporánea, ha publicado un libro que ha causado un gran revuelo editorial minimizado por la industrial libresca.
El cura y los mandarines ha sido publicado por Akal ante la negativa a ser editado por el potente e influyente grupo Critica/Planeta. Negativa sellada de bastardía pues el grupo se había comprometido a la edición y estaba a un clik de poner en marcha las máquinas de imprenta. La razón de peso para el peso pesado de Planeta, son catorce páginas del capítulo "Todos académicos" que la editorial Planeta exigía a su autor retirar del libro en un ejercicio de autocensura. Morán dijo no y el resultado es el silenciamiento de un texto que escuece, que remueve la memoria hasta la vomitona de los mandarines de la cultura española entre 1962 y 1996.
Resulta curioso comprobar como los medios afines al grupo censor no han dedicado ni una sola reseña del texto, relegando al más puro ostracismo a Morán en un ejercicio de intolerable fascismo cultural. No corren buenos tiempos ni para la lírica ni para nada, pero Morán debe pensar que el carácter no solo debe conservarse limpio, sino brillante.
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