Ir al contenido principal

Llévatelos a tu casa


En el fondo, lo que el ministro quiso decir fue: si tan enrollaos son ustedes con los inmigrantes, por 
qué no se los llevan a su casa. Y es que jueves pasado, en un encuentro con varias ONG, el ministro del Interior Jorge Fernández se lució con esta perla, más propia de un fascista de raza, que de un creyente de misa diaria: “Si me dan la dirección donde a esa pobre gente los podemos trasladar y garantizar manutención y que le den trabajo les aseguro que les enviamos. Pero hay mucha hipocresía”. No sé si don Jorge habría comulgado antes de escupir este versículo envenenado. Dicen que este hombre reza a diario. Y que sobre el versículo de Mateo 22, 34-40, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, derrama lágrimas cargadas de indulgencia para liberarse del rigor de su cinismo. Quizás, como buen populista, confunde la opinión pública con la opinión publicada. Aunque, mirándolo bien, esa frase está a la altura de muchas barras de bar, se escucha en muchas reuniones de vecinos y hasta en la cola del paro. Forma parte de esa democracia de opinión que exalta las emociones del personal reduciéndolas a dos cosas: el miedo y el rencor. Así que solo faltaba la voz tabernaria del ministro para calentar al personal. Para sentenciar que sobran moros, negros y rumanos en un país empobrecido y desigual. A gentes como él, que se orientan en la vida como el chacal, oliendo el rastro de la carroña, les escuece el prójimo que no sea de su calaña, que viva más allá de su portal o quien huela diferente. Lo que me preocupa es que su discurso segregacionista se está construyendo sobre los beneficios que proporciona el racismo políticamente correcto. El que se justifica en nombre del no hay para todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de

Mario Gaviria, de trago largo y coito corto

Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener Quizás, para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes, sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad, este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto,   aquí se le negaba el reconocimiento que él nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio d

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Roda de Ter pero que t