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Podemos, ¿sólo un estado de ánimo?


La irrupción de Podemos en la escena política, en la vida cotidiana, en las tertulias y hasta en las reuniones de vecinos, es un acontecimiento político porque recupera la política como escenario de transformación social. No es, como se empeña el PP, el socialismo refundado, el discurso hegemónico y hasta cierta parte de la izquierda, un estado de ánimo de la gente. Como si ese estado de ánimo fuera más bien propio de un calentón emocional, de un subidón de exaltación de la amistad proletaria redescubierta por obra y gracia de un profeta iluminado. Como si ese estado de cabreo no fuera social, no fuera político y por tanto público; vamos, algo pasajero, como si de una gripe política se tratara.
La derecha mediática, y buena parte de la izquierda amenazada, insisten en identificar al fenómeno Podemos con nuevas formas de populismo o de mesianismo visionario. El otro día hasta la presidenta andaluza, del PSOE, Susana Díaz, llegó a decir que Podemos ni siquiera es de izquierdas en un intento de patrimonializar el lábel del izquierdismo. Pero más aún, como hace la ultraderecha y no poca izquierda, insistía en que Podemos responde a un quijotismo que ha desenfundado la espada sin saber manejarla. Esta visión viene a confirmar dos cosas: que la mayoría de la clase política ha infantilizado a la ciudadanía y que la política como arma de combate duerme en la caja de herramientas de la historia. Si Podemos ha incidido, con su idea fuerza de la casta, en esa herida sangrante del reino de España que es la lucha de clases, es porque sus ideólogos han revitalizado la gestión política de la vida. Y eso, más allá de emociones o estados de ánimo, reconvierte a la gente común en protagonistas de sus vidas. Los vuelve a politizar, un verbo en desuso que mucha izquierda inquieta tampoco sabe conjugar.

http://www.noticiasdenavarra.com/2014/11/10/opinion/columnistas/a-pie-de-obra/un-estado-de-animo

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