El encuentro fue más o menos así: buenos días ministro; un seco y lacónico buenos días fue la respuesta de Montoro. La presidenta se intimidó. El ministro entró a saco: ustedes los navarros no pueden seguir tensando al Estado con sus privilegios. En estos tiempos de contrición, no podéis ir de aforados tributarios. Pero ministro, balbuceó la presidenta, los fueros nos amparan. Y también la Constitución. Los fueros son para eliminarlos, aseveró el ministro en un alarde enfurecido de centralidad. La presidenta quiso restar el golpe, pues iba con la intención de solicitar la retirada de los recursos interpuestos por el Estado contra leyes tributarias navarras, pero no pudo. O ya no supo. Pues se dio cuenta que su propio gobierno había permitido, en parte, ese rearme del ministro. El encuentro no fue más allá. Con Dios ministro. Lo peor del día fue la llegada a Pamplona. Había que explicar al partido ese golazo gubernamental de 1.500 millones de euros que suponía casi perder la Liga. Debía además, defender su foralismo de saldo ante una oposición muy encrespada. Y explicarse ante su partido, cuyo líder ideológico, Miguel Sanz, reclamaba firmeza navarra, ponerlos encima de la mesa y volver a las esencias que nos han hecho imprescindibles. Un Sanz que bramaba contra el PP, al que acusaba de jacobinos centralistas, estaba dispuesto a encarnar la Sanzada del siglo XXI.
Ese día la presidenta entró en barrena. El pánico, por una vez, pudo con ella. Y es que el hedor político ya desbordaba las alcantarillas de palacio. Además, una grave crisis en Osasunbidea evidenciaba un desacierto de gestión ya insoportable. La presidenta creyó que aquello era el principio del fin. Ya solo confiaba en Rajoy.
http://www.noticiasdenavarra.com/2014/09/22/opinion/columnistas/a-pie-de-obra/en-barrena
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