Ir al contenido principal

Casco Viejo: no es lugar para vivir

 
Casco Viejo de Pamplona. Foto: Diario de Noticias
El casco viejo pamplonés ya no es un lugar para vivir. Pareciera que solo  es para beber. O eso se deduce tras el auge tabernario que padece. Y es que este barrio, antaño alma de la ciudad y centro socialización,   hoy es el monopolio de una  hostelería sin compasión. Y es que ese modelo d negocio que se impone sobre otros, responde a un modelo de ocio y consumo  de alto impacto –social,  vecinal y ecológico- que el ayuntamiento, o bien permite o bien ignora.
Hubo un tiempo en que el Consistorio tuvo conciencia de la gravedad y distorsión  de un casco viejo saturado de bares y limitó su aforo con una ordenanza ejemplar. Hoy, los lobbies hosteleros  tienen barra libre para montar el  mayor botellón legal de la ciudad. Las calles Navarrería, Mercaderes, san Nicolás, Estafeta y Comedias, se han convertido en la milla de oro del poteo vespertino y el ocio nocturno tuneado.  Este  es el barrio “moderno”, el que se quiere potenciar. Me pregunto por la viabilidad y la sostenibilidad del mismo y por el impacto humano de ese proyecto.
Este barrio pierde identidad, lleva tiempo perdiéndola. Pierde tiendas tradicionales, comercios con solera, pierde espacios públicos y pierde gente cansada de militar en una vecindad sin recompensas.  
Tal vez me dirán que ello mueve la economía. Lo dudo. Que le pregunten a los camareros por  sus sueldos y sus contratos basura. Y puestos a ello,  que me diga el ayuntamiento cuanto  nos cuesta  limpiar esas calles tras la berrea nocturna de cada fin de semana.
Al igual que la Barceloneta  -y  otros cascos viejos-  este barrio pamplonés  lleva camino de convertirse en un parque temático ajeno a la ciudadanía que lo habita. No estaría de más que la vecindad  y el ayuntamiento se sentaran para poner un poco de orden antes que otros impongan el suyo.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...

Vila-Matas no invita a la lógica

Vila-Matas es un tipo desconcertante. Pretende desaparecer, hacerse invisible, pero no lo consigue. y mira que ha insistido en ello. Pero lejos de ello, se hace más presente. Y  es que  esa desaparición pasa por la propia transformación de su mundo literario. Por el vaciado de su propia materia prima textual. VM ha iniciado, creo,   la última parte de su carrera de fondo  literaria con su ultima aportación. Y espero que tenga su recompensa. Para algunos críticos, VM es un escritor escorado a ninguna parte, excepto hacia su propio mundo interior, eso sí,  sin llegar a ser un pedante del lirismo estético individualista. Otros, alguno de mi provinciana ciudad sanferminera, le achacan de postmoderno colaboracionista de la fatuidad de la literatura sin compromiso. Nada más lejos después de leer su última novela. Si es que es novela. Tras la lectura de esta obra, me siento más vilamatiano que nunca. Por una razón muy simple. Este tipo me habla al oído, susurra c...

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorado...