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Casco Viejo: no es lugar para vivir

 
Casco Viejo de Pamplona. Foto: Diario de Noticias
El casco viejo pamplonés ya no es un lugar para vivir. Pareciera que solo  es para beber. O eso se deduce tras el auge tabernario que padece. Y es que este barrio, antaño alma de la ciudad y centro socialización,   hoy es el monopolio de una  hostelería sin compasión. Y es que ese modelo d negocio que se impone sobre otros, responde a un modelo de ocio y consumo  de alto impacto –social,  vecinal y ecológico- que el ayuntamiento, o bien permite o bien ignora.
Hubo un tiempo en que el Consistorio tuvo conciencia de la gravedad y distorsión  de un casco viejo saturado de bares y limitó su aforo con una ordenanza ejemplar. Hoy, los lobbies hosteleros  tienen barra libre para montar el  mayor botellón legal de la ciudad. Las calles Navarrería, Mercaderes, san Nicolás, Estafeta y Comedias, se han convertido en la milla de oro del poteo vespertino y el ocio nocturno tuneado.  Este  es el barrio “moderno”, el que se quiere potenciar. Me pregunto por la viabilidad y la sostenibilidad del mismo y por el impacto humano de ese proyecto.
Este barrio pierde identidad, lleva tiempo perdiéndola. Pierde tiendas tradicionales, comercios con solera, pierde espacios públicos y pierde gente cansada de militar en una vecindad sin recompensas.  
Tal vez me dirán que ello mueve la economía. Lo dudo. Que le pregunten a los camareros por  sus sueldos y sus contratos basura. Y puestos a ello,  que me diga el ayuntamiento cuanto  nos cuesta  limpiar esas calles tras la berrea nocturna de cada fin de semana.
Al igual que la Barceloneta  -y  otros cascos viejos-  este barrio pamplonés  lleva camino de convertirse en un parque temático ajeno a la ciudadanía que lo habita. No estaría de más que la vecindad  y el ayuntamiento se sentaran para poner un poco de orden antes que otros impongan el suyo.







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