Avilés, Centro Niemeyer, agosto 2014 |
Dice Vila-Matas en su El viajero más lento "que esta ciudad -se refiere a Barcelona- en la que ver algo intacto es un acontecimiento: ciudad demasiado propensa a los cambios, ciudad eternamente insatisfecha y tan distinta de Lisboa, que permanece intacta - antigua y señorial-, quieta, melancólica, casi triste" .
Me acordé de este pasaje cuando llegué a Avilés. Y es que uno llega a Avilés creyendo que la ciudad sigue siendo una de las más contaminadas de este reino de España en bancarrota. Y no. Se encuentra con un skyline de nivel. Y no precisamente del mar, que también. Avilés mantiene la línea de contaminación ambiental a raya. Siguen estando presentes los restos de la antigua Ensidesa, pero ahora lo más visible, mires desde donde mires es el centro Niemeyer. Yo, que soy de una ciudad de provincias que se ha creído la reina del nabo y muchos de sus arquitectos también, especialmente uno, el que diseñó y construyó nuestro Baluarte o Palacio de Congresos de Pamplona, veo este centro y forzosamente me sale comparar. Comparar el arte, la estética y sobre todo la ética de un edificio diseñado por ese arquitecto de provincias que ideó uno de los ataúdes más negros de la historia de la arquitectura navarra, con este Centro lleno de luz y abierto a la ciudadanía que es el centro Niemeyer. El Baluarte de Pamplona se me antoja negro, gris ramplona, poco práctico, elitista y sobre todo endogámico. Un centro sin alma, sin pasión. Solo hay que caminar por esa plaza incómoda llamada del Baluarte para echar en falta un suelo plano y liso como el de la Plaza del Centro Niemeyer, abierta a la ciudad, a la gente; abierta a la luz.
Niemayer no tenía nada que ver con este arquitecto de provincias. Ni él ni su arte negro se pueden comparar con este destello de luz, claridad, utilidad y sobre todo igualdad que irradia la obra de Niemeyer en Avilés. Una ultima cosa. Las butacas del escenario de la principal sala de teatro y conciertos de este Centro están al mismo nivel. Y todas las entradas , para cualquier espectáculo, cuestan lo mismo. Una prueba del pensamiento socialista y comunista de Niemeyer, el brasileño que murió pasados los 100 años.
A mi ciudad de provincias le pasa como a Barcelona. Y buena culpa la tiene la desmesurada intención de cambiar y de cambiarse hasta no ser reconocida. Y es que para ello ha tenido que ignorar y no querer saber nada de su historia.
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