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Pampliruña

Pamplona, Plaza del Castillo, 7 junio 2014

Pamplona, dos de la tarde de un sábado de junio que pareciera de gloria. Pamplona, primera del Camino, dicen los santiagueros, primera también en participar del golpe de estado de 1936, primera ciudad insumisa, primera en muchas cosas, primera en solicitar como ciudad, con el apoyo de la mayoría de la corporación municipal, un referéndum para decidir entre monarquía y república, primera en litros de alcohol veraniego, por aquello de los sanfermines como fiestas sin igual. Pamplona, ciudad esquizofrénica, con trastorno de personalidad, bipolar, donde confluyen la derecha más exquisita y bastarda con la izquierda más posible, poliédrica, avanzada, abertzale  o republicana.   Hoy sábado cultural, miles de gentes inundan una ciudad sobre la que cae el sol a plomo abrasando  el cráneo incendiado de sus habitantes deseosos de fiesta y cultura. Toda la ciudad es una fiesta: actos culturales, escenarios, espacios de música y conciertos, comidas populares, bares y terrazas a desbordar, y para más inri, hoy sábado una manifestación unitaria, como pocas, en contra de la una monarquía impuesta a golpe de herencia sin refrendo. Y mañana, más de 100.000 personas, desde Durango hasta esta vieja Iruña, unirán sus manos por el derecho a decidir. Pareciera que lejos de sucumbir ante la despiadada presión del desolladero social al que quieren someternos, Pampliruña, despertara de un largo invierno devastador. Y es que hay veces en que la ficción se encara con la realidad y viceversa.    

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