Regadío de Lerín. Foto: Yorkart-Fotos |
Andan revueltas las aguas por Lerín. Les cuento. Imaginen que viven en un inmueble de treinta vecinos. Con sus manías y sus cosas. Pero se llevan más o menos bien. Un día, el presidente de la comunidad recibe una oferta de una empresa de fontanería y les propone cambiar las tuberías del agua de sus viviendas. Aunque no haga falta. Eso supone hacer obras, cambiar bajantes y donde antes estaba el baño, ahora va la cocina. Y todo a su costa. El presidente, como es partidario de la obra, toma sus decisiones. Pero olvida convocarle a usted y a la comunidad de propietarios para que decida sí o no. Porque aunque sea presidente, esa decisión excede a su representación. Vale, pues una cosa parecida ocurre en Lerín con el dichoso Canal de Navarra y su ampliación. Y es que estos días, los de Lerín viven en un sinvivir. La alcaldía está a favor de la ampliación de Canal pero olvida que son los propietarios de las tierras afectadas quienes deben decidir. Para eso, la Plataforma en Defensa del Regadío Tradicional de Lerín, con 812 firmas de apoyo, dice que antes habrá que hacer un censo de propietarios y que la Junta de Regantes, máximo órgano de representación, vote. O sí o no al Canal. Y lo que salga va a misa. Dicen. Si yo fuera alcalde tendría en cuenta esto. Sé que gobernar con esa tensión no es fácil. Porque aquí se mezclan intereses, ideas y emociones. Y están las tierras de por medio. Pero gobernar exige medir al máximo la representatividad y el interés colectivo. Sé que si esta obra se lleva a cabo, el clarete Sardasol, santo y seña de Lerín, ya no sabrá a tierra de antaño. Dicen que agua de Itoiz no es como la del Ega. Y Lerín perderá un rosado de lágrima que alegra la vida.
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