Pareciera que el verano ha secuestrado el tiempo, siempre lo hace, lo derrite como si fuera margarina al sol. Y pareciera que nada ocurre más allá de la línea de playa o más acá de nuestro tiempo muerto, el que pedimos cada agosto agonizando. Pero más aún, pareciera que la rotación de la tierra solo afecta a Egipto, Siria, Rusia y poco más. El resto del mundo está mudo, inmóvil. Aquí no pasa nada. Y tal vez sea verdad. No pasa nada. Porque hasta el pasar de las cosas se ha vendido al mejor postor, a los traficantes del silencio. Por eso busco en la memoria. Y no es que la nostalgia, ese estado decadente y absolutamente conservador, de derechas de toda la vida, me atrape, no. Solo que en 1913, durante el verano ocurrieron varias cosas que uno echa en falta: Sigmud Freud sufrió un desmayo, el emperador Francisco José se fue de caza y Ernst Jünger se pasó horas y horas con el abrigo puesto pese al sofocante calor que hizo, Robert Musil y su Hombre sin atributos comenzaron una exitosa andadura, Picasso y Matisse montaron a caballo juntos y a Franz Marc le regalaron un corzo domesticado. Ya ven, nada del otro mundo. Solo acontecimientos. Lástima que ya ni eso ocurra, solo el silencio del mundo campando a sus anchas. O el ruido ajeno, el que sirve para silenciar nuestra propia decadencia.
Pareciera que el verano ha secuestrado el tiempo, siempre lo hace, lo derrite como si fuera margarina al sol. Y pareciera que nada ocurre más allá de la línea de playa o más acá de nuestro tiempo muerto, el que pedimos cada agosto agonizando. Pero más aún, pareciera que la rotación de la tierra solo afecta a Egipto, Siria, Rusia y poco más. El resto del mundo está mudo, inmóvil. Aquí no pasa nada. Y tal vez sea verdad. No pasa nada. Porque hasta el pasar de las cosas se ha vendido al mejor postor, a los traficantes del silencio. Por eso busco en la memoria. Y no es que la nostalgia, ese estado decadente y absolutamente conservador, de derechas de toda la vida, me atrape, no. Solo que en 1913, durante el verano ocurrieron varias cosas que uno echa en falta: Sigmud Freud sufrió un desmayo, el emperador Francisco José se fue de caza y Ernst Jünger se pasó horas y horas con el abrigo puesto pese al sofocante calor que hizo, Robert Musil y su Hombre sin atributos comenzaron una exitosa andadura, Picasso y Matisse montaron a caballo juntos y a Franz Marc le regalaron un corzo domesticado. Ya ven, nada del otro mundo. Solo acontecimientos. Lástima que ya ni eso ocurra, solo el silencio del mundo campando a sus anchas. O el ruido ajeno, el que sirve para silenciar nuestra propia decadencia.
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