Todo un clásico
Alrededor de las cinco de la mañana del 7 de julio de 1953, María Iturbide, de veintitrés años, se puso de parto. Vivía en la calle Estafeta junto a su esposo Fermín quien, tras una noche agitada, se puso nervioso. Tenía dos razones para ello. Iba a ser padre por primera vez y había decidido correr el encierro. Los toros eran de Salvador Guardiola y venían con mala fama. Así que Fermín se encomendó al santo y le propuso un pacto entre caballeros. El corría y el santo se encargaba de acelerar el alumbramiento antes de las siete de la mañana, la hora de esa carrera contra el miedo donde uno sublima las ilusiones difuntas. Así fue. A las 6,30 María parió un niño en una alcoba que daba a un balcón de la calle Estafeta. Entonces, Fermín se ató las zapatillas y se encomendó de nuevo a su cómplice. La carrera duró para él apenas minuto y medio. Y en ese tiempo infinito se juró que nunca más volvería a correr. Sesenta años después, aquel niño que nació de madrugada, solo corre el encierro cada siete de julio, junto al número 7 de la calle Estafeta.
Relato presentado al concurso de microrrelatos sanfermineros delhttp://www.blogsanfermin.com/
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