Fermín Ezkieta con familiares de los fugados. Foto: Iban Aguinaga |
Fermín Ezkieta podría ser ese navarro de pro, pamplonés PTV, de Pamplona de Toda la Vida, como nos conocemos aquí, un tipo campechano, alegre y dicharachero, amante de su tierra y cuyo nombre y apellido evocan las esencias de una tierra sin igual. Casi un nombre y apellido de película foral. Quizás tenga algo de eso, pero es algo más. Lo conozco desde hace tiempo. Y siempre anda bajo sospecha. Sospecha de todo. Y esa sospecha como impulso vital le lleva a hacer libros como el que ayer presentó en Pamplona: Los fugados del Fuerte de Ezkaba, (Editorial Pamiela) una investigación acerca de los escasos supervivientes que lograron alcanzar la frontera francesa tras la fuga, en 1938, de ese penal ignominioso llamado fuerte de San Cristóbal, en Pamplona, uno de los penales más sangrientos de la represión franquista.
Fermín se acompañó, durante la presentación de su libro, de familiares de las víctimas heroicas de esa escapada. Y al acto le dio una emoción añadida que el libro remata. Un libro para seguir la estela de una memoria necesaria, para no perder el hilo de la historia.
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