Juan
Madrid ha publicado Los hombres mojados
no temen la lluvia, en Alianza. Un relato de la corrupción ambientado en el
Madrid de Esperanza Aguirre. Una historia de políticos de doble moral y doble
verdad. Muy propia de los tiempos. Y es que empiezan a emerger relatos sociales que cabalgan a lomos de la
crisis y la corrupción. Y sobre las idas y venidas de un sistema que hace aguas. Habría que analizar con detenimiento el alcance de esta propuesta narrativa y las
posibilidades de incidencia, no ya como arma de combate, sino como propuesta literaria. Rafael Chirbes con La otra orilla, su nueva novela después
de la exitosa Crematorio, llega como un
bombazo al corazón de la codicia de tiempos pasados y presentes en esta España
en venta y reventa. Antonio Prometeo Moya con La muerte de un ciudadano por encima de toda sospecha, ya aventuró
en ese texto de excelente trazado, la corrupción de que es acusada la familia
Puyol. Y otro Rafael, esta vez Reig, con su Lo
que no está escrito, cierra un
cuarteto de escritores de lujo a
pie de obra hartos de tanta basura. Miguel Sánchez Ostiz, ese navarro harto de
su tierra, con la que tiene varias cuentas pendientes, triunfa socialmente con
su Asco indecible. Todos ellos firman
y afirman que es ya imposible vivir con cierta ética en medio de tanta corrupción
sistemática. Leamos entonces, pero no para olvidar, ni siquiera para mirar para otro lado, leamos para armarnos de luces, para sobreponernos a la ignominia que preside nuestros días.
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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