La fundación Mapfre convoca, un año más, el Premio González-Ruano de Periodismo. Lo lleva haciendo desde 1975. Entre los ganadores destacan autores como Antonio Muñoz Molina (2002), Arturo Pérez Reverte (2003) o el mexicano Carlos Fuentes (2009).
González-Ruano es uno de los personajes que retrata magistralmente Fernando Castillo en su obra "Noche de niebla en el París ocupado, traficantes, espias y mercado negro", editado por la editorial Fórcola.
Quizás -es un suponer ingenuo- quienes se presentan a este Premio no conozcan, de verdad, quien fue González-Ruano. O si lo hacen, les de igual. No tengo nada contra los ganadores. Ni contra quienes se presentan. Me molesta que su nombre, el del Premio, contaminado de sangre, extorsión, vilezas, engaños, traiciones y muertes, les sea tan indiferente. Les aconsejo que lo descubran en ese libro.En Noche y niebla en el París ocupado, se relata la vida más bastarda de aquel París bloqueado por los nazis (1940-1944), de aquel París que, sumergido en los escombros y la miseria de la guerra que sufría una gran mayoría de la población, abasteció de riqueza e ingresos millonarios a numerosos traficantes, buhoneros y estafadores. Uno fue González-Ruano. Todo se compraba y se vendía, la vida, la muerte, la libertad y la supervivencia. Y todo con el beneplácito de los jerarcas nazis ocupantes, quienes dispusieron de varios bureaux donde se oficializaban las transacciones. Entre esos traficantes estaban César González Ruano, un tipo que durante la Segunda Guerra Mundial vivió lujosamente en París tras dejar su corresponsalía del ABC en Berlín y que como dice Muñoz Molina, uno de los ganadores del premio, era “un escritor fascista que tenía poses de entre borbón apócrifo y señorito golfo, y que era capaz de escribirse cinco artículos seguidos sobre cualquier cosa en una mañana y una novela entera en seis días, una novela que entregaba sin haber corregido y de la que se había olvidado aun antes de cobrarla”. González Ruano vivió en el París de la traición. Rosa Sala Rose, historiadora germanista dice de él que entre sus fuentes de ingresos en ese París sometido destacaba el “cobrar a judíos fugitivos del nazismo para conducirles de modo clandestino de Perpiñán a Andorra. Con tal fin, en la capital francesa González-Ruano se haría pasar por un supuesto agregado cultural de la embajada franquista enviado desde Madrid a París para salvar judíos, cobrando grandes sumas por realizar esta tarea. Pero estos no llegaban a su destino: eran asesinados en el Pirineo”.
Pues nada, si ya nada importa, si en este matadero, cruzarse de brazos o sacar la espalda, son gestos igualmente vanos, como dice Cioran en sus "Angeles reaccionarios"; adelante. Sigamos manteniendo la memoria pestilente de los viles y traidores sin que el músculo de la ética se nos mueva. Aunque el tipo, Gonzalez-Ruano, fuera reconocido como un equidistante literato y periodista.
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