Hay veces en que a uno se le atraganta la realidad y no hay forma de vomitarla. Escuece y sigue perforando las entrañas, pero no hay manera de digerirla. La realidad, o lo que queda de ella, es tozuda y vuelve cada día la espalda al tiempo. Barcina, la presidenta del Gobierno de Navarra en minoría, ha ganado la partida por los pelos en su propia casa. En UPN. Tenía un partido a cara de perro, y ha ganado. Una vez más. Dicen que el miedo se ha vendido caro por los pueblos de la Ribera navarra. Que las coacciones han sido más brutales que las tramas de Gran Reserva, esa serie de TV donde la corrupción se hace íntima y familiar hssta el vómito. Barcina seguirá, en el partido y en el Parlamemto. Uno se pregunta a qué precio. ¿Cual es la clave de fa, o de do, o de mi, de estas vidas embarradas de tensión? ¿Qué les hace funcionar a ese precio? ¿Qué cosa, animal o persona embarga a esta mujer para seguir tensando el arco de su existencia, con la vida en contra y nada a favor? Y no me lo explico. Ni siquiera una lectura política en clave de acumulación de beneficios, privados, personales y políticos lo explica. Salvo que uno haya hecho una inversión térmica de sus neuronas y haya puesto su vida en manos de un macabro gestor.
Tal vez la Presidenta no haya leído nunca a Cioran, ese campeón de la amargura y la desesperación que dejó excelentes versos sobre la ansiada piedad de si mismo. Tal vez Barcina llegue un día a esas líneas de Cioran: " tus pasos se enlodarán, tus voces no clamarán más que los himnos del fango y sobre tu cabeza inclinada hacia el corazón, donde solo habita la piedad de ti mismo, pasará apenas un hálito de los bienaventurados, juguetes benditos de una ironía sin nombre, y tan culpables como tu mismo". Sobre estas letras envenenadas de premonición, uno escucha la respiración de un inminente suicidio político.
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