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Del santo al cínico



Fíjense en esta cara, en esta expresión. Detrás de ella, como un trueno arañando al cielo, sopla el miedo apretando en el cogote, exhalando a la altura de la coronilla. Y está la presión de la mentira atenazando y comprimiendo esos ojos llenos de tristeza. Esa mirada se pierde entre las líneas cruzadas de la soberbia. El miedo y la mentira son un coctel explosivo. Dejan una marca, una huella que te corroe la expresión. Te la pule como un cáncer del pensamiento. Te paraliza. Sobre ti, el tiempo se multiplica, se convierte en un cólico que te arrastra a la nada. No me digan que este hombre puede estar diciendo la verdad con esa cara. No me digan que es creíble esta expresión. Está el miedo, y la ganas de volver a casa, y las ganas de frenar los sueños que te atormentan por la noche. Esa cara da miedo. Vive con el miedo. Pero me van a perdonar mi indecencia, a mi me da pena. Esa cara pareciera la de un  santo  que se ha encontrado con un  cínico. Esa cara vuelve la espalda al tiempo. Rajoy debiera rendir cuentas de todos sus olvidos intencionados. Mil amarguras han colmado sobre él, dicen, un estremecimiento de placer. Pero esa cara no será jamás deudora de un instante de felicidad. Ya no. 

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