Fíjense
en esta cara, en esta expresión. Detrás de ella, como un trueno arañando al
cielo, sopla el miedo apretando en el cogote, exhalando a la altura de la
coronilla. Y está la presión de la mentira atenazando y comprimiendo esos ojos
llenos de tristeza. Esa mirada se pierde entre las líneas cruzadas de la soberbia. El miedo y la mentira son un coctel explosivo. Dejan una
marca, una huella que te corroe la expresión. Te la pule como un cáncer del
pensamiento. Te paraliza. Sobre ti, el tiempo se multiplica, se convierte en un
cólico que te arrastra a la nada. No me digan que este hombre puede estar
diciendo la verdad con esa cara. No me digan que es creíble esta expresión. Está
el miedo, y la ganas de volver a casa, y las ganas de frenar los sueños que te
atormentan por la noche. Esa cara da miedo. Vive con el miedo. Pero me van a
perdonar mi indecencia, a mi me da pena. Esa cara pareciera la de un santo que se ha encontrado con un cínico. Esa cara vuelve la espalda al tiempo. Rajoy debiera rendir cuentas de todos sus olvidos intencionados. Mil
amarguras han colmado sobre él, dicen, un estremecimiento de placer. Pero esa
cara no será jamás deudora de un instante de felicidad. Ya no.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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