El ultimo número de la revista LETRAS LIBRES, (enero 2013) dedica un dossier al Holocausto. Se incluyen varios artículos entre los que destacan, un análisis de Timothy Snyder sobre "Hitler y la lógica del Holocausto y uno especialmente interesante en que se aborda el "mito de la France Résistante" de Andrea Martínez Baracs, donde expone, o desmonta el mito de la Resistencia. Viene a decir, más o menos, que los intelectuales franceses y "apegados" que se autotitularon o etiquetaron como comprometidos con la Resistencia, quizá no lo fueron tanto. O al menos ocultaron parte de su actuación. Así, en el artículo se dice que: "Entre 1940 y 1944, pese a la ocupación nazi, florecieron en París la pintura, el teatro, la literatura y hasta los cabarets. Sartre daba clases en sustitución de un judío deportado y Picasso recibía oficiales nazis en su estudio". Con ello la autora, al hilo de una reflexión sobre el libro de Alan Riding, Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupados por los nazis (Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2012) trata de sembrar la duda acerca del verdadero compromiso de ciertos intelectuales y de las vanguardias artísticas parisinas o francesas en una época convulsa. ¿En realidad todos ellos se opusieron al nazismo, o miraron para otro lado, como si nada ocurriera, como si la fiesta, la terrible fiesta de sangre y persecución siguiera? Es la gran pregunta que nos hace este artículo al hilo de ese libro comentado.
Quizás otro libro, Recuerdos de un alemán en París, 1940-1944, crónica de la censura nazi, (Fórcola, 2012) , este de Gerhard Heller, (1909-1982) un oficial alemán responsable de la censura literaria y editorial, así como de labores informativas y propagandísticas dedicadas a fomentar la colaboración de editores ( a algunos de los cuales Baracs acusa de colaboracionistas) con las nuevas autoridades nazis, aporte un poco de luz a esta controversia en tiempos en que pareciera que la verdad histórica no acaba de encontrar buenos aposentos. Pero si la verdad histórica, siempre se presta o se somete al veredicto de los historiadores, de los intereses políticos, de los gestores del discurso y de la palabra y de las factorías de opinión; la verdad de este presente bastardo, pareciera secuestrada por los sicarios de la mentira constante.
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