A los trabajadores del metro de Atenas, después de nueve días de paro y movilizaciones, les han amenazado con ser detenidos o encarcelados si siguen insistiendo en su protesta. Ni derechos de huelga, ni de manifestación, ni protección de sus salarios, ni de su dignidad como trabajadores esquilmados. Se acabó. Esto es lo que hay. Hasta aquí hemos llegado. Líneas rojas traspasadas. Sí. ¿Y qué? Nada. El vacío, el silencio, la inevitabilidad del presente, su tiranía. Solo el rostro del poder venido arriba en banderillas. Ni ideas, ni estrategias, ni expectativas, ni esperanzas, ni ciclos históricos que expliquen lo que pasa, ni ajustes, ni reajustes. Nada, solo la desolación de poder en su máxima expresión. La ley, los derechos, las constituciones son solo papel de baño, inservibles ante tamaña agresión. Solo queda el ejercicio del poder en estado puro. Ante ello, solo una chispa que nos movilice en la misma dirección. Como hace años, como siempre, como la historia nos ha enseñado. Ya me entienden.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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