Patxi López no tenía, mientras duró gran parte de su mandato como
Lehendakari, el respaldo de la mayoría del electorado vasco. Así que,
Patxi López estuvo tiempos gobernando a sabiendas, otra cosa es la legalidad, y
ya sabemos a qué huele ese vocablo, de que no contaba, ni representaba a
la mayoría del electorado ni de la población. Patxi López sabiendo esto gobernó
en unas condiciones muy complicadas en las que no gozó, precisamente, de la
confianza de la cámara vasca. Después, ya sabemos lo que pasó.
En
la actualidad, Yolanda Barcina (YB), padece una situación muy similar. Aunque
ella se niegue a cualquier comparación. Por aquello de que a los vascos
ni agua, que pa eso semos sólo
navarros, o por la recitación cansina de ese otro mantra foral de la
idiosincrasia navarra por excelencia. Desde que el idilio con los socialistas
acabó en una separación de bienes mal avenida, YB está sometida a una
desconfianza permanente en el Parlamento. O al menos muy incómoda si así lo
decide con sus votos el socialismo navarro en momentos y debates concretos. El
Gobierno de UPN, en minoría no solo numérica, sino simbólica y moral, se encuentra sometido a una presión
difícil de soportar. Bueno, si. Es fácil soportar la tensión generando más
tensión. O mirando para otro lado. O invisibilizando la propia derrota, apatía
e incapacidad. O celebrando su soberbia analfabeta como opción de gobierno. Y
en esto el gobierno de UPN es fiel escudero del PP, quien de la desidia ha hecho
su arma de combate.
Así
las cosas, cuando YB dice que no tiene miedo a convocar elecciones anticipadas,
a uno le cuesta creerlo. Quizás a ella también, y por eso hace un ejercicio de
autoprotección preventiva. Supongamos una situación preelectoral. Todo indica
que los socialistas se hundirán aún más, pese al maquillado, obligado (por
Ferraz) y amable intento de volver a opositar. Todo indica, tras
los sucesivos resultados electorales en el reino de España, que los socialistas
han entrado en bancarrota y ni siquiera un rescate ideológico les salvará de la
quiebra política. Porque han dejado de ser referencia para una gran mayoría de
la población que ha optado por radicalizarse o derechizarse en ausencia, ni
siquiera, del centro que han quemado y que ahora reclaman.
También parece que UPN no pasará por las ventanillas del paro. De momento. UPN
está gestionando la crisis al estilo PP. Jugando con el miedo de la gente y,
sobre todo, manipulando y malversando las palabras, las ideas y los conceptos
economicos y políticos. Entonces la
gente se agarra a las seguridades. A las pocas que nos quedan. Y esas son las
que gestiona el PP para racionalizar, dosificar y contener los
movimientos de lucha y resistencia. La gente prefiere "perder" un
poco, poco a poco, que no mucho de golpe. Ellos lo saben. Pero creo que tampoco
lograrían aumentar o revalidar la confianza que un día la población navarra les
dió. Se saben perdedores pero no saben hasta donde alcanzará su derrota. De ahí
su apuesta por tensionar el presente.
La
izquierda abertzale, a través de la marca que elijan, sea Bildu, sea Sortu,
ajustará su presencia después de la integración de Aralar y de la reordenación
de NaBai. Es una duda si la marca abertzale en Navarra ha hecho techo, si
logrará superar sus propias expectativas y o si reorientará el voto que en su
día se otorgó a NaBai. Al contrario que en su día en la Comunidad Autónoma
Vasca, aquí ya están representados. Pero la inclusión de Aralar puede variar su
presencia. Eso, si a Aralar no le pasa factura su propia descomposición
interna. Geroa Bai tratará de rentabilizar su confianza y el estrellato de Uxue
Barkos. La clave está en que esta formación defina un proyecto propio al
margen de una personalidad tan atrayente como Uxue. Y esto no quiere decir no
contar con ella, sino que el proyecto exista más allá de ella. A Geroa Bai le
espera la obligada reordenación de un proyecto propio, que no quiere decir
único, que debería aprovechar los puntos
de unión con la izquierda abertzale y con Izquierda-Ezkerra. Y esto pasa por
dinamizar el debate social y económico. Y para eso hay que contar con los
moivimientos sociales. Si logran liderar ese espacio de reflexión y acción
social, su éxito está garantizado.
Así las cosas, un
adelanto de las elecciones cambiaría, y mucho,
el escenario de nuestra comunidad. Quizás el gran santón de UPN y ahora
feliz presidente de Bodegas Sarría, Miguel
Sanz, sepa algo. Y tal vez en las
agendas de los diversos partidos se pueden estar cocinando diversas hipótesis.
Me atrevo a descubrir alguna. Lo digo sin ninguna pretensión. Sólo por jugar a
las posibilidades. Imaginemos, que entre los socialistas, NaBai, Bildu e
Izquierda-Ezkerra se llega a un acuerdo en el que, básicamente, se pacte una
moción de censura con un candidato o candidata a reemplazar a YB. Supongamos
que en ese pacto, de no agresión interna, se recoge que el fundamento del mismo
es uno y sólo uno, desplazar a UPN del poder. Para aprobar una moción de
censura contra el Gobierno se precisa el voto favorable de la mayoría absoluta
del Parlamento Foral. Y eso se cumple. Ese pacto de no agresión, diseñado a
medida, consensuaría la presentación de un candidato o candidata alternativo.
El líder elegido debería gestionar el proceso hasta unas próximas
elecciones. Y el proceso exigiría algo así como un Gobierno de Concentración
que reconstruyese los escenarios más destruidos de la política social y los
pactos para un nuevo tiempo político en Navarra. Un Gobierno de Concentración
se activa cuando por circunstancias extraordinarias se exige la responsabilidad
de la gran mayoría de los grupos o partidos con objeto de gestionar de la mejor
manera posible la salida a una crisis de gobierno. Y eso se cumple. En la
actualidad, Navarra presenta una situación extraordinaria. Pese a que YB no lo
entienda, no lo diga, no lo crea, no lo vea o simplemente lo niegue por no ver
destrozada su autoestima política y personal. Crisis, inseguridad económica,
falta de liderazgo y falta de confianza, son algunos síntomas carenciales del
actual gobierno de Navarra. Solo un Gobierno de Concentración surgido de esa
moción de censura podría posibilitar unas elecciones forales donde la voluntad
popular pusiera a todo el mundo en su sitio. Y no solo eso, el presente tendría
otra oportunidad. Porque necesitamos una esperanza, aquella que nos anime a
destrozar aquel aforismo de Cioran que dice, " la vida únicamente
merece ser vivida por las delicias que florecen sobre sus ruinas". Pues
no.
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