En un libro de reciente aparición titulado Noche y niebla en el París
ocupado, traficantes, espías y mercado negro, de Fernando Castillo, se
relata la vida más bastarda de aquel París ocupado por los nazis, de aquel
París que, sumergido en los escombros y la miseria de la guerra que sufría una gran mayoría de la población,
abasteció de riqueza e ingresos millonarios a numerosos traficantes del alma,
la memoria, la vida, los alimentos, la libertad y hasta de la propia muerte.
Entre esos traficantes estaban César González Ruano, un tipo que como dice Muñoz Molina era “un
escritor fascista que tenía poses de entre borbón apócrifo y señorito golfo, y
que era capaz de escribirse cinco artículos seguidos sobre cualquier cosa en
una mañana y una novela entera en seis días, una novela que entregaba sin haber
corregido y de la que se había olvidado aun antes de cobrarla”. Algo de
esto he comentado en otra entrada de este blog: http://www.elblogdepacoroda.com/2012/11/lecturas-de-otono.html.
La vida en ese París para estas bandas de traficantes y aprovechados de la
situación, de esos que saben estar y pactar con el diablo de turno, fue fácil,
a cambio de delaciones, torturas, compadreos con los nazis y vendettas, por no
nombrar las incontables traiciones sobre gran parte de los resistentes
antifascistas de toda Europa. Muchos personajes como González Ruano o Pedro
Urraca, un autentico “cazador de rojos”, una pesadilla para los exiliados republicanos
en Francias después de la Guerra Civil, quien delató al President de la
Generalitat, Compains, y después fue fusilado. Estos y otros cientos, vivían a cuenta de la vida de otros, de los
miedos de otros, de las miserias de otros. Pero todos formaban parte de una red
de corruptelas inconmensurable, tejida sobre el cinismo, la mentira, la
malversación y la dominación en una época de penuria absoluta.
Ayer, un diputado navarro del PP, de
nombre Santiago Cervera, dimitió de su cargo tras ser detenido por la
Guardia Civil al ir a recoger un paquete en el que supuestamente había
información confidencial y delatora contra miembros de la CAN. Al parecer le
había llegado la información en un mensaje anónimo. Dice que ha caído en una trampa. Y a mí me
recuerda a algunos pasajes de ese texto citado. Dice en su descargo que ha sido
objeto de una conspiración. Y me sigue sonando a las conspiraciones de esa
época en las que, tipos como Ruano o Urraca,
se servían de ellas para hacer negocio. Ya sé que no se puede comparar.
Pero hay mucho tufo en esta historia de agentes secretos. A mi me suena a
Pamplona negra, a Navarra negra, esa Navarra que falta por emerger y que está
escondida en las alcantarillas insondables y malolientes de una Comunidad
modélica para sus dirigentes pero cuya sosegada tranquilidad gubernamental y
política, a ojos siempre de sus gobernantes de UPN, descansa sobre una más
que innegable sospecha de que algo gordo
puede estar a punto de ocurrir. La trama Cervera suena a novela negra, como los
tiempos de la dominación nazi sobre París, a suceso de otro tiempo. Pero uno
cree que los tiempos negros ya están aquí desde hace tiempo. Y que estas no son
más que maneras de hacerse realidad.
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